domingo, 11 de febrero de 2018

Dom11 Feb 2018 Homilía VI Domingo del tiempo ordinario Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Evangelio de hoy y lecturas

Primera lectura
Lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
– «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.
El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.»


Salmo
Sal 31, 1-2. 5. 11 R. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito. R.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 31 - 11, 1
Hermanos:
Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.
No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos,
ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven.
Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
– «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
– «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
– «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera9 en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Pautas para la homilía
La impureza legal de la lepra
Así como nos narra el libro del Levítico (Lv 13, 1-2.44-46), toda persona que contrajera la lepra se convertía inmediatamente en un marginado social. Era el sacerdote quien certificaba tanto la enfermedad como la posible curación, debido a que la lepra era regulada por las normas de pureza e impureza del pueblo. Dicha marginación tenía un fuerte tinte religioso, ya que toda “impureza” significaba un alejamiento ritual de Dios, más para quien era declarado impuro, como es el caso de un leproso. En la primera lectura se detallan los elementos de esta marginación: andar harapiento y despeinado, con la barba tapada, viviendo en la soledad fuera del campamento y gritando: ¡impuro, impuro!
El leproso del relato de Marcos sabe su situación. No obstante, creyendo que Jesús puede curarle decide acercarse a él, saltándose los códigos sociales e implorándole que le sane. Su actitud y sus gestos, como ponerse de rodillas, expresan no sólo su impotencia ante la situación que vive, sino más bien la fe con la que decide suplicarle al Señor que le ayude.
Quiero: queda limpio
Ante el drama social y religioso de la lepra, Jesús no pasa indiferente. Movido por la compasión, es decir, poniéndose en el lugar de quien es considerado como un estorbo social y que por su enfermedad está impedido de expresar ritualmente su fe, se acerca al enfermo marginado. Sus palabras, pero sobre todo sus gestos, hablan de su empatía ante el drama personal de aquel leproso.
El evangelista indica que: sintiendo lástima, extendió la mano y le tocó. El primer movimiento de Jesús no fue ni la curación ni un sermón ético, sino el acercarse a aquel que había olvidado lo que era el contacto humano, la cercanía de los otros, el cariño expresado por el tacto y toda expresión que indicara acogida por los demás. Jesús también se salta las normas sociales y toca a quien tenía prohibido tocar.
Finalmente, junto con la expresión de su deseo de verlo sano, Jesús le indicó cómo volver a reintegrarse a la vida social y religiosa del pueblo. Ya no sería más un enfermo, ni tampoco un marginado.
Si quieres, puedes limpiarme
La súplica del leproso a Jesús sigue siendo actual en nuestro tiempo. Muchas personas viven de rodillas a causa de situaciones que les llevan a la marginación y a la apatía social. No será el drama de la lepra, pero sí otros dramas que hacen ver a los demás como no “dignos” de pertenecer al grupo social o cultural. El drama del leproso era algo devastador, puesto que no podía siquiera acercarse a quien representaba la solución a sus problemas, es decir, a Dios. La marginación socio-cultural llegaba hasta exclusión religiosa.
Nos toca, pues, asumir el modo de vida de Jesús, como diría san Pablo en la primera carta a los Corintios (1Co 10, 31  - 11, 1): hacer todo para la gloria de Dios. La lucha contra la marginación y la exclusión inicia con una actitud: la compasión. Pero debe seguirle el acto que lleve a esta actitud a su plenitud: acercarnos y “tocar”. Tocar la realidad de los demás y colaborar con ella con lo que somos y tenemos. A veces lo que hace falta es solamente un gesto cercano y cariñoso.

Fr. Octavio Sánchez O.P.
Convento de San Jerónimo (Santo Domingo - Rep. Dominicana)

https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/11-2-2018/pautas/

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