Pintor: Paolo Veronese |
7 Octubre, 1571
I. La oración del Rosario salva a la cristiandad
En 1571 la cristiandad era amenazada por los turcos
(musulmanes). El Papa San Pío V pidió a todos que rezaran, particularmente el
rosario, para obtener la victoria. Una vez conseguida, instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario
Los musulmanes ya habían arrasado con la cristiandad en el
norte de África, en el medio oriente y otras regiones. España y Portugal se
había librado después 8 siglos de lucha. La amenaza se cernía una vez más sobre
toda Europa. Los turcos se preparaban para dominarla y acabar con el
Cristianismo.
La situación para los cristianos era desesperada. Italia
se encontraba desolada por una hambruna, el arsenal de Venecia estaba devastado
por un incendio. Aprovechando esa situación los turcos invadieron a Chipre con
un formidable ejército. Los defensores de Chipre fueron sometidos a las mas
crueles torturas.
El Papa San Pío V trató de unificar a los cristianos para
defender el continente pero contó con muy poco apoyo. Por fin
se ratificó la alianza en mayo del 1571. La responsabilidad de defender el
cristianismo cayó principalmente en Felipe II, rey de España, los
venecianos y genoveses. Para evitar rencillas, se declaró al Papa
como jefe de la liga, Marco Antonio Colonna como general de los galeones y Don
Juan de Austria, generalísimo. El ejército contaba con 20.000 buenos
soldados, además de marineros. La flota tenía 101 galeones y otros barcos más
pequeños. El Papa envió su bendición apostólica y predijo la
victoria. Ordenó además que sacaran a cualquier soldado cuyo comportamiento
pudiese ofender al Señor.
San Pío V, miembro de la Orden de Santo Domingo, y
consciente del poder de la devoción al Rosario, pidió a toda la
Cristiandad que lo rezara y que hiciera ayuno, suplicándole a la
Santísima Virgen su auxilio ante aquel peligro.
Poco antes del amanecer del 7 de Octubre la Liga
Cristiana encontró a la flota turca anclada en el puerto de Lepanto. Al
ver los turcos a los cristianos, fortalecieron sus tropas y salieron en orden
de batalla. Los turcos poseían la flota mas poderosa del mundo, contaban
con 300 galeras, además tenían miles de cristianos esclavos
de remeros. Los cristianos estaban en gran desventaja siendo su flota
mucho mas pequeña, pero poseían un arma insuperable: el Santo
Rosario. En la bandera de la nave capitana de la escuadra cristiana
ondeaban la Santa Cruz y el Santo Rosario.
La línea de combate era de 2 kilómetros y
medio. A la armada cristiana se le dificultaban los movimientos por las
rocas y escollos que destacan de la costa y un viento fuerte que le
era contrario. La mas numerosa escuadra turca, sin embargo tenía facilidad
de movimiento en el ancho golfo y el viento la favorecía grandemente.
Mientras tanto, miles de cristianos en todo
el mundo dirigían su plegaria a la Santísima Virgen con el rosario en
mano, para que ayudara a los cristianos en aquella batalla decisiva.
Don Juan mantuvo el centro y tuvo por segundos a Colonna y
al general Veneciano, Venieri. Andrés Doria dirigía el ala derecha y Austin
Barbarigo la izquierda. Pedro Justiniani, quien comandaba los galeones de
Malta, y Pablo Jourdain estaban en cada extremo de la línea. El Marqués de
Santa Cruz estaba en reserva con 60 barcos listo para relevar a cualquier parte
en peligro. Juan de Córdova con 8 barcos avanzaba para espiar y proveer
información y 6 barcos Venecianos formaban la avanzada de la flota.
La flota turca, con 330 barcos de todos
tipos, tenía casi el mismo orden de batalla, pero según su costumbre,
en forma de creciente. No utilizaban un escuadrón de reserva por lo que su
línea era mucho mas ancha y así tenían gran ventaja al comenzar la
batalla. Hali estaba en el centro, frente a Don Juan de Austria; Petauch
era su segundo; Louchali y Siroc capitaneaban las dos alas contra Doria y Barbarigo.
Don Juan dio la señal de batalla enarbolando la
bandera enviada por el Papa con la imagen de Cristo crucificado y de la
Virgen y se santiguó. Los generales cristianos animaron a sus
soldados y dieron la señal para rezar. Los soldados cayeron de rodillas ante el
crucifijo y continuaron en esa postura de oración ferviente hasta que las
flotas se aproximaron. Los turcos se lanzaron sobre los cristianos con
gran rapidez, pues el viento les era muy favorable, especialmente siendo
superiores en número y en el ancho de su línea. Pero el viento que era
muy fuerte, se calmó justo al comenzar la batalla. Pronto el viento comenzó en
la otra dirección, ahora favorable a los cristianos. El humo y el fuego de la
artillería se iba sobre el enemigo, casi cegándolos y al fin agotándolos.
La batalla fue terrible y sangrienta. Después de tres
horas de lucha, el ala izquierda cristiana, bajo Barbarigo, logró
hundir el galeón de Siroch. Su pérdida desanimó a su escuadrón y, presionado
por los venecianos, se retiró hacia la costa. Don Juan, viendo esta ventaja,
redobló el fuego, matando así a Hali, el general turco, abordó su galeón, bajó
su bandera y gritó: ¡Victoria!. Los cristianos procedieron a devastar el
centro.
Louchali, el turco, con gran ventaja numérica y un frente
mas ancho, mantenía a Doria y el ala derecha a distancia hasta que el Marqués
de Santa Cruz vino en su ayuda. El turco entonces escapó con 30 galeones, el
resto habiendo sido hundidos o capturados.
La batalla duró desde alrededor de las 6 de la mañana
hasta la noche, cuando la oscuridad y aguas picadas obligaron a los cristianos
a buscar refugio.
El Papa San Pío V, desde el Vaticano, no cesó de pedirle
a Dios, con manos elevadas como Moisés. Durante la batalla se
hizo procesión del rosario en la iglesia de Minerva en la que se pedía por
la victoria. El Papa estaba conversando con algunos cardenales pero, de
repente los dejó, se quedó algún tiempo con sus ojos fijos en el cielo,
cerrando el marco de la ventana dijo: "No es hora de hablar mas sino de
dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a las armas
cristianas". Este hecho fue cuidadosamente atestado y auténticamente
inscrito en aquel momento y después en el proceso de canonización de San Pío V.
Las autoridades después compararon el preciso momento de
las palabras del Papa San Pio V con los registros de la batalla y encontraron
que concordaban de forma precisa. Pero la mayor razón de reconocer el milagro
de la victoria naval es por los testimonios de los prisioneros capturados
en la batalla. Ellos testificaron con una convicción incuestionable de que
habían visto a Jesucristo, San Pedro, San Pablo y a una gran multitud de
ángeles, espadas en manos, luchando contra Selim y los turcos, cegándolos con
humo.
En la batalla de Lepanto murieron unos 30.000 turcos junto
con su general, Hali. 5.000 fueron tomados prisioneros, entre ellos
oficiales de alto rango. 15.000 esclavos, la gran mayoría cristianos, fueron encontrados encadenados en
las galeras y fueron liberados. Perdieron mas de 200 barcos y galeones.
Los cristianos recuperaron además un gran botín de tesoros que los turcos
habían pirateado.
Los turcos con su orgulloso emperador fueron presa de la
mayor consternación ante la derrota. Dios, que en su justicia había
permitido que parte de las naciones cristianas cayeran bajo la opresión turca,
impuso aquel día un límite y no permitió que el cristianismo desapareciera. El
Dios que pone límites a las aguas y conoce cada grano de arena, escuchó la
oración y manifestó su poder salvador. Fue la última batalla entre galeones de
remos.
Los cristianos lograron una milagrosa victoria que cambió
el curso de la historia. Con este triunfo se reforzó intensamente la
devoción al Santo Rosario.
En gratitud perpetua a Dios por la victoria, el Papa San Pío V instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, después conocida
como la fiesta del Rosario, para el primer domingo de Octubre. A la
letanía de Nuestra Señora añadió
"Auxilio de los cristianos". El
Papa San Pío V murió el primero de mayo de 1572, fue beatificado por Clemente
X en 1672 y canonizado por Clemente XI en 1712. Sus restos mortales están
en la basílica de Santa María la Mayor en Roma.
En 1569, (dos años antes de la batalla) el mismo
Papa, en su Carta Apostólica “Acostumbraron los Romanos Pontífices” ilustró
–y en cierto modo, definió– la forma tradicional del Rosario.
En 1573, el Papa Gregorio XIII le cambió el nombre a la
fiesta, por el de Nuestra Señora del Rosario. El Papa Clemente XI extendió
la fiesta del Santo Rosario a toda la Iglesia de Occidente, en 1716 (El
mismo Papa canonizó al Papa Pío V en 1712). El Papa Benedicto XIII la
introdujo en el Breviario Romano y San Pío X la fijó en el 7 de Octubre y
afirmó:
"Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al
mundo".
Lo acontecido en Lepanto por intercesión de la Virgen
y el rezo del rosario se repitió:
-en Viena,
liberada por Juan Sobinski
-en Polonia, donde,
en agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, se estableció la
fiesta del Dulce Nombre de María.
-En Rumania.
II. La oración es nuestra arma en la batalla actual
Hoy los cristianos estamos en situación similar, en
una lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte. Esta se
refleja en la destrucción de las familias y también en la crisis de los
gobiernos en todos los países. El enemigo parece muy superior en sus fuerzas:
Ellos tienen la prensa, la TV, las universidades, el dinero.... La mayoría
de los cristianos están dormidos, arrastrados por el paganismo imperante. Pero
no podemos lamentarnos de no tener los recursos que tiene el enemigo. Tampoco
podemos esperar a que todos los católicos despierten del letargo en que el
mundo los tiene envueltos. Nosotros tenemos las armas mas poderosas: La fe y el
Santo Rosario. El Señor ganará la batalla con la entrega total de unos pocos
humildes y totalmente fieles al Señor, a María y a la Iglesia. Hombres y
mujeres que no se avergüenzan de ser católicos y de luchar con todo el
corazón.
La victoria no será fácil. Lepanto no fue fácil. La lucha
fue sin cuartel, con enormes sufrimientos. Hoy no será fácil. Pero no tengan
miedo pues Dios da la gracia. Hay que actuar YA, poniendo la confianza en el
Señor y sabiendo usar sus armas que son espirituales y no según nuestra
lógica. Hay que unirse al Papa el Vicario de Cristo y seguir sus
direcciones.
Lepanto y la Virgen de Guadalupe
Uno de los tres admirantes comandando las fuerzas
católicas en Lepanto era Andrea Doria. Él llevaba consigo una pequeña
réplica de la Virgen de Guadalupe (Patrona de México). Está imagen se encuentra en la iglesia
de San Estéfano en Aveto, Italia.
Catedral de Barcelona, Capilla
del Santísimo, justo encima del sepulcro de San Olegario. |
Reliquias de la victoria
La reliquia mas importante es El Cristo de Lepanto que se encuentra en la Catedral de Barcelona.
También en Barcelona, en el Museo Marítimo de Barcelona,
en el astillero medieval, se guarda una reproducción a escala real (60 metros
de eslora total) de la nave La Real de Juan de Austria, Capitán de la Santa
Liga de Lepanto. -Agradecemos a Neus Sans, Barcelona.
En el Monasterio de Nuestra
Sra. de Guadalupe en España podemos contemplar un enorme farol capturado de uno
de los navíos de guerra musulmanes en la Batalla de Lepanto.
En Roma, en el techo de Santa Maria en Aracoeli
podemos observar las decoraciones en oro tomadas de las galeras turcas.
En el palacio Doges de Venecia hay una gigantesca bandera
islámica, trofeo de la victoria sobre uno de los barcos turcos en la batalla de
Lepanto.
En la Basílica Santa María la Mayor, cerca de la tumba del
Papa San Pío V, había otra bandera islámica de la batalla, pero fue devuelta a
Estambul en 1965 como gesto de concordia.
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