Día litúrgico: 18 de
Octubre: San Lucas, evangelista
Texto del Evangelio (Lc 10,1-9): En aquel tiempo, el
Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a
todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es
mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros
a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis
bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta
casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no,
se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que
tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la
ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos
que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».
Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del
Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España).
«El Reino de Dios está cerca de vosotros»
Hoy, en la fiesta de san Lucas —el Evangelista de la
mansedumbre de Cristo—, la Iglesia proclama este Evangelio en el que se
presentan las características centrales del apóstol de Cristo.
El apóstol es, en primer lugar, el que ha sido llamado por
el Señor, designado por Él mismo, con vistas a ser enviado en su nombre: ¡es
Jesús quien llama a quien quiere para confiarle una misión concreta! «El Señor
designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas
las ciudades y sitios a donde él había de ir» (Lc 10,1).
El apóstol, pues, por haber sido llamado por el Señor, es,
además, aquel que depende totalmente de Él. «No llevéis bolsa, ni alforja, ni
sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino» (Lc 10,4). Esta prohibición de
Jesús a sus discípulos indica, sobre todo, que ellos han de dejar en sus manos
aquello que es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los
campos y da alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer
lugar, el Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no
estéis inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del
mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso» (Lc 12,29-30).
El apóstol es, además, quien prepara el camino del Señor,
anunciando su paz, curando a los enfermos y manifestando, así, la venida del
Reino. La tarea del apóstol es, pues, central en y para la vida de la Iglesia,
porque de ella depende la futura acogida al Maestro entre los hombres.
El mejor testimonio que nos puede ofrecer la fiesta de un
Evangelista, de uno que ha narrado el anuncio de la Buena Nueva, es el de
hacernos más conscientes de la dimensión apostólico-evangelizadora de nuestra
vida cristiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario