04-05-2014
En el año 1948 el sacerdote italiano Zeno Saltini fundó Nomadelfia. Una ciudad formada por familias que acogen como hijos propios a niños abandonados.
Tienen un carisma muy particular. Viven como las primeras comunidades cristianas de Jerusalén. Aquí no existe la propiedad privada y se comparten todos los bienes.
El padre Ferdinando es el sucesor de Zeno Saltini, el sacerdote que asiste a la comunidad.
P. Ferdinando
Nomadelfia
"Nomadelfia quiere decir: "En donde la ley es la fraternidad”. Es decir, que vivir la fraternidad no es un romanticismo. Es estar uno junto al otro, respetarse, compartir todo lo que se tiene y poner los dones y características personales al servicio de todos”.
Los "nomadelfios” fundaron su principal comunidad en las cercanías de Grosseto, en el centro de Italia. En Roma tienen otra más pequeña dedicada a la acogida de peregrinos. Entre las dos suman unas 50 familias, más de 300 personas.
Aquí vive Donatella. Sus abuelos fueron de los primeros matrimonios que ayudaron al fundador. Ella nació en Nomadelfia y aquí ha fundado su propia familia. Tiene 12 hijos, algunos adoptados. Vive junto con otras tres familias. Entre todos educan a los pequeños y se reparten las tareas del hogar.
Donatella
Nomadelfia
"En Nomadelfia los hijos no son obligados a quedarse en la familia y vivir así toda la vida. Es una vida que pueden elegir. Uno debe sentir una llamada, una vocación”.
P. Ferdinando
Nomadelfia
"Se aprende que para ser de verdad nosotros mismos necesitamos estar rodeados de los demás, porque uno sabe quién es y cuánto vale si tiene junto a sí a otras personas”.
Donatella
Nomadelfia
"Por la mañana nos levantamos primero los mayores y después los niños. Desayunamos un poco así... rápido y después los niños van al colegio. Nos repartimos las materias y nos vamos alternando. Quien no trabaja en el colegio está en la cocina o en la lavandería. Limpiamos todo juntos y también comemos juntos”.
El padre Ferdinando y una de las primeras mujeres que siguió al sacerdote Zeno Saltini se reunieron con el Papa Francisco. Allí le explicaron su carisma y recibieron su bendición.
Juan Pablo II visitó Nomadelfia en mayo de 1989, bautizó a un bebé y alabó su espíritu de fraternidad. Les dijo que le recordaba al ambiente descrito en los Hechos de los Apóstoles y que son un testimonio para el mundo "a veces hostil y alejado de la fe”.
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