Virgen y Fundadora del Instituto de las
Martirologio Romano: En Liria, Valencia (España),
santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a los ancianos,
fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (1897).
Fecha de
canonización: 27
de enero de 1974 por el Papa Pablo VI.
El secreto de su paz interior: "Dios
en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Artículo de la Archidiócesis de Madrid
Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el
colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo
teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y
bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque
les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá
perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los
viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y
achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas
personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de su existencia una ofrenda
de caridad efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo,
limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las
medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases:
humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres,
animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se
les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo
mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el
recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras... de la Virgen
y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y
paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian,
lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta
juventud acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lleida, tuvo en lo humano
muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el
cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo
divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.
Nació en Aitona (Lleida) el 9 de enero de 1843. Sus
padres, Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos labradores,
educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la Caridad en
el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con María a la nueva
aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres hijas a la congregación de
su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en olor a santidad;
su tío el Beato Francisco Palau, fraile carmelita exclaustrado, apóstol,
orador, escritor, penitente, un huracán enardecido, acabará también en los
altares.
Teresa creció en un clima doméstico de trabajo honrado.
Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían
desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de
fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha
pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por
eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras
que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San
Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo XIX
es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos.
Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de
la actividad docente.
Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo
de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una
institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados.
Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María
y a otra paisana, comienza en "Pueyo" con una docena de mujeres y
desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre
de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la
ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza,
Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la madre que se
llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y pasan las
fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y
deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre,
porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por
si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas
canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a
los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de
iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se
debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que
tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Artículo del P. Jesús Martí Ballester
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el
mantel porque derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de
madera, pero incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer
con la familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo en la
compañía de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se entretenía
jugando con un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le preguntó su mamá:
Y el niño, “estoy haciendo una cuchara de madera para cuando papá y tú seáis
mayores”.
En la provincia y Diócesis de Lleida y en Aitona, España,
de Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el 9 de enero de
1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad Su caridad
activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía en Lérida, a
donde se había trasladado para poder asistir a la escuela de la ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de Barcelona.
Solicitó ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no
pudo profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó a la
enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció después de
la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por algún tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su
director, a quién confió la dirección de su alma, la encauzó hacia la fundación
de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin medios de
subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión
desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia
este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de algunas
jóvenes, y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque entonces, hace más
de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque con cuchara de
madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman líos entre las
familias para zafarse del engorro de los viejos, según el refrán: “Parientes y
trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano carecen de
frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la modernidad; pasan hambre
y toda clase de necesidades, pero conservan su humanísima tradición de respetar
al anciano y considerarle como una bendición. Les minusvaloramos en esta
cultura de la juventud, la belleza y el cultivo de los cuerpos, pero en
humanismo el tercer mundo va por delante con nota al mundo que se cree
supercivilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la nueva
congregación, recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida superiora. Un
grupo de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de la pequeña
comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia, constituye Patrona
a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para los ancianos
Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y creciendo sin
cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento de los Agustinos.
Esta casa se convirtió en la casa madre de la Congregación de las Hermanas de
los Ancianos Desamparados. Se desarrolló tan de prisa la Obra, que en 1887,
cuando fue aprobada por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a sus hijas en
el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta exponerse a la
soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un verdadero cariño.
Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y de las
clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente
deseo de identificar sus sentimientos con la voluntad divina. Desarrolló una
actividad incansable y una inalterable confianza en Dios. A los que le
reprochaban que se ocupara de los más humildes oficios, respondía: "No hay
nada pequeño cuando se trata de la Gloria de Dios". Cuando le decían que
emprendía obras con un atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo:
"Mientras más pobres haya, habrá más bienhechores".
Tenía el secreto de su paz interior inalterable en medio
del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios
en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Su organismo no pudo resistir al régimen que se impuso. A
las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de la epidemia
del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos. Cuando la
enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la esperanza
de que el buen aire le devolviera la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de abril de 1958
el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
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