Presbítero.
Martirologio Romano: En Montreal, en la provincia de Québec,
en Canadá, beato Federico Janssoone, presbítero de la Orden de los Hermanos
Menores, que, para el fomento de la fe, promovió las peregrinaciones a Tierra
Santa (1916).
Etimología: Federico = muy pacífico. Viene
de la lengua alemana.
Federico nació en Ghyvelde, diócesis de Lille, Francia, el
19 de noviembre de 1838, hijo de Pedro Janssoone y de María Isabel Bollengier,
campesinos de buena posición económica, cristianos de profundas convicciones y
padres de familia numerosa. En el bautismo le pusieron el nombre doble de
Federico Cornelio.
A la edad de 10 años quedó huérfano de padre, y cuatro
años más tarde, en 1852, recibió la primera comunión, después de una larga
preparación. Realizó brillantemente los estudios elementales en el Colegio de
Hazebrouck y en el Instituto de Ntra. Sra. de las Dunas de Dunquerque.
Sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el seminario, pero pronto tuvo
que dejarlo: su familia tenía que afrontar graves dificultades económicas y Federico
comprendió que su obligación era ayudar a los suyos en tales circunstancias.
La madre de Federico falleció en 1861, cuando él tenía 23
años. La llamada a la vida religiosa franciscana se va haciendo cada más clara
y apremiante en su espíritu, y en 1864, a la edad de 26 años, Federico entra en
el noviciado de los franciscanos, en el convento de Amiens. Toda su vida
recordará con entusiasmo el fervor de esta primera etapa de su formación
franciscana. El 16 de julio de 1865, terminado el noviciado, hace la profesión
simple o temporal. Seguidamente pasa a Limoges para cursar los estudios
filosóficos, y luego es enviado a la Escuela teológica de Bruges. El 26 de
diciembre de 1868 Federico hace la profesión solemne, y más tarde, el 17 de
agosto de 1870, recibe la ordenación sacerdotal.
El P. Federico es llamado pronto a prestar su servicio
como capellán militar durante la guerra franco-prusiana. Terminada la guerra es
enviado a Branday, y después a Burdeos a fundar un nuevo convento; aquí ejerce
un intenso y fecundo apostolado sacerdotal y religioso. Después fue trasladado
a París, como bibliotecario del convento. Y allí termina la etapa francesa de
su vida.
En 1876 cambia el rumbo de la vida del P. Federico. En
efecto, ese año marcha a Tierra Santa, la patria de Jesús, y allí permanecerá,
en una primera etapa, hasta 1881, desempeñando el oficio de Vicario Custodial.
En ese año de 1881, es enviado por la Custodia de Tierra Santa a Canadá para
interesar a los fieles en el apostolado y demás obras que desarrollan los
franciscanos, y recoger limosnas en favor de los Santos Lugares. Pero al año
siguiente, 1882, termina su primera estancia en Canadá y regresa a Tierra
Santa, donde permanecerá hasta 1888.
Durante esta segunda estancia suya en Palestina, aparte el
servicio prestado en diversos santuarios, se reveló, en la gestión de asuntos
complejos, como un diplomático hábil y digno, lleno de tacto y rectitud. Y así,
a él se deben los Reglamentos del Santo Sepulcro y de Belén. Junto a este
Santuario construyó la iglesia de Santa Catalina, parroquia de los católicos de
Belén, aprovechando estructuras de una iglesia anterior, más pequeña.
En junio de 1888 llegó el P. Federico a Canadá, lleno de
entusiasmo y de proyectos, confiando en la divina providencia, y allí permaneció
hasta su muerte, sin volver ya más al País de Jesús, aunque no cesará de
trabajar para él en su calidad de Comisario de Tierra Santa. Al principio se
estableció en Montreal, pero poco después se trasladó a Trois-Rivières, donde
emprendió la tarea de restaurar la vida y las actividades apostólicas que los
franciscanos comenzaron en Canadá el año 1615.
Los 28 años que pasó el P. Federico en esta segunda etapa
en tierras canadienses, pueden dividirse en dos períodos: 1888-1902 y 1902-1916.
Durante el primer período nuestro Beato se entregó a la
promoción del culto, piedad y peregrinaciones al Santuario de la Virgen Du-Cap,
cercano a Trois-Rivières. Como verdadero hijo de san Francisco, se empeñó en
dar a conocer a la Madre de Cristo, fomentar una tierna y profunda devoción
hacia ella, organizar liturgias y diversos cultos en el santuario, promover,
organizar y acompañar peregrinaciones, exhortando siempre a los fieles a ir a
Jesús por medio de María. El Señor se dignó, por intercesión de su Madre
santísima, otorgar gracias abundantes y extraordinarias, y aun obrar curaciones
que tuvieron gran resonancia. Y así sucedió que el Santuario pasó de ser
parroquial a ser diocesano y después nacional.
El segundo período es el de las famosas cuestaciones a fin
de recaudar fondos para grandes obras, como el Santuario de la Adoración
Perpetua en Québec o el monasterio de las Clarisas de Valleyfield. Al propio
tiempo el P. Federico seguía siendo un apóstol en plena actividad apostólica:
muchas misiones, predicación y catequesis, organización y dirección de
peregrinaciones, fundación y asistencia de fraternidades de la Orden
Franciscana Seglar, publicación de diversos escritos, etc.
Toda esta actividad tan intensa no le impidió al P.
Federico mantener su entrega a la oración y a la penitencia, acompañadas de una
gran austeridad de vida, de una pobreza personal extrema, de una marcada
predilección por los pobres, de una sencillez, paciencia y serenidad
inalterables en las pruebas y dificultades, de una plena y permanente
conformidad con la voluntad del Padre.
El P. Federico murió en Montreal el 4 de agosto de 1916 a
la edad de 77 años; su cuerpo fue trasladado a Trois-Rivières. De inmediato el
pueblo sencillo, que tiene sentido de lo religioso, empezó a venerar al
"buen P. Federico" como verdadero Siervo de Dios. Y el papa Juan
Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988.
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