Patrona de Colombia.
Durante siglos, el pueblo colombiano da gloria a Dios por
medio de su Madre la Santísima Virgen María bajo la advocación de Nuestra
Señora del Rosario de Chinquinquirá.
Es este uno de los más importantes y frecuentados
santuarios de Colombia. La Virgen está representada en un lienzo, con el Niño
en brazos y, como parece lógico, con el Santo Rosario en la mano.
La tradición nos cuenta que hace cuatro siglos don Antonio
de Santana, encomendero de los pueblos de Suta y Chiquinquirá, solicitó al
español Alonso de Narváez (h. 1560) que pintara una imagen de la Virgen del
Rosario, para colocarla en una pequeña capilla.
La pintura fue realizada sobre una tela de algodón de
procedencia indígena, media 44 pulgadas de alto por 49 de ancho, Alonso de
Narváez usó colores al temple, realizó una imagen de la Virgen del Rosario con
el Niño Jesús, y a los lados puso al Apóstol San Andrés y a San Antonio de
Padua.
El cuadro fue ubicado en la capilla que poseía don Antonio
en sus aposentos de Suta, estuvo allí durante más de una década, pero la
capilla tenía el techo de paja, lo que provoco que la humedad deteriorara la
pintura hasta dejarla completamente borrosa.
Tras la muerte de Santana, su viuda, se trasladó a
Chiquinquirá, hacia el año 1577-78. La imagen fue llevada a ese lugar, pero se
encontraba en tan mal estado que fue abandonada en un cuarto, habitación que
tiempo atrás había sido usada como oratorio.
Al comenzar el año 1586, se estableció en Chiquinquirá,
una piadosa mujer, María Ramos, nacida en Sevilla (España), la señora reparó el
viejo oratorio y colgó en el mejor lugar de la capilla, la deteriorada pintura
de la Virgen del Rosario.
El día 26 de diciembre de 1586, María salía de la capilla,
cuando pasó frente a ella una mujer indígena llamada Isabel y su pequeño hijo.
En ese momento Isabel grito a María "mire, mire Señora..." Ella
dirigió la mirada hacia la pintura, la imagen aparecía rodeada de vivos
resplandores, prodigiosamente los colores y su brillo original habían
reaparecido, los rasguños y agujeros de la tela habían desaparecido. Con tan
maravilloso suceso se inició la devoción a Nuestra Señora de Chiquinquirá.
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