lunes, 23 de julio de 2012

Evangelio de la Festividad de Santa Brígida


Día litúrgico: 23 de Julio: Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa

Texto del Evangelio (Lc 2,36-38): En aquel tiempo, había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Comentario: Rev. D. Albert LLANES i Vives (Queralbs, Girona, España).

No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones


Hoy celebramos la fiesta de Santa Brígida. Una calurosa mañana del 23 de julio de 1373, en Roma, mientras Pedro de Alavastra celebraba la Misa en su celda, Brígida entregaba su alma a su Señor mientras musitaba: «Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu», en el mismo momento en que el sacerdote elevaba la Hostia Santa.

Tenía 70 años y culminaba una vida de fidelidad a los designios de Dios, de modo parecido a como lo había hecho la profetisa Ana, hija de Fanuel: Era «de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda y no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones» (Lc 2,36-37).

La vida de Santa Brígida es fascinante: hija, esposa, madre de ocho hijos, viuda, princesa y consejera de reyes, religiosa, fundadora... Y, sobre todo, esposa amada de Jesús que le confió secretos celestiales y la adentró en el amor revelado en su Pasión. Juan Pablo II la ha incluido entre las Patronas de Europa. Como Ana, Brígida sirvió al Señor en el estado de casada y viuda. Como Ana, estaba pendiente del Señor noche y día.

Dios se le manifestó y ella acogió dócilmente el designio divino en su vida. Fue un instrumento fiel e influyó mucho en la renovación de la Europa de su tiempo. Todo un ejemplo actual para nosotros. También nosotros esperamos que Europa sea liberada de sus esclavitudes y refulja su sangre cristiana. Dios cuenta con nosotros para ello. Si somos instrumentos fieles, Él realizará obras grandes por nuestro medio. Escuchemos la voz de Dios en el silencio y en la oración. Ayunemos de tantas cosas superfluas y vanas. Que nuestra riqueza sea el Señor. Y no perdamos nunca la ilusión de amar más a Dios y de crecer en la santidad.

«Bendito seas, Señor mío Jesucristo, que con tu preciosa sangre y con tu sagrada muerte, has redimido las almas y las has devuelto misericordiosamente desde este exilio a la vida eterna» (Santa Brígida).

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