Día litúrgico: 23 de Julio: Santa Brígida,
religiosa, patrona de Europa
Texto del Evangelio (Lc 2,36-38): En aquel tiempo,
había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad
avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y
permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo,
sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en
aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban
la redención de Jerusalén.
Comentario: Rev. D. Albert LLANES i Vives
(Queralbs, Girona, España).
No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en
ayunos y oraciones
Hoy celebramos la fiesta de Santa Brígida. Una calurosa
mañana del 23 de julio de 1373, en Roma, mientras Pedro de Alavastra celebraba
la Misa en su celda, Brígida entregaba su alma a su Señor mientras musitaba:
«Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu», en el mismo momento en que el
sacerdote elevaba la Hostia Santa.
Tenía 70 años y culminaba una vida de fidelidad a los
designios de Dios, de modo parecido a como lo había hecho la profetisa Ana,
hija de Fanuel: Era «de edad avanzada; después de casarse había vivido siete
años con su marido, y permaneció viuda y no se apartaba del Templo, sirviendo a
Dios noche y día en ayunos y oraciones» (Lc 2,36-37).
La vida de Santa Brígida es fascinante: hija, esposa,
madre de ocho hijos, viuda, princesa y consejera de reyes, religiosa,
fundadora... Y, sobre todo, esposa amada de Jesús que le confió secretos
celestiales y la adentró en el amor revelado en su Pasión. Juan Pablo II la ha
incluido entre las Patronas de Europa. Como Ana, Brígida sirvió al Señor en el
estado de casada y viuda. Como Ana, estaba pendiente del Señor noche y día.
Dios se le manifestó y ella acogió dócilmente el designio
divino en su vida. Fue un instrumento fiel e influyó mucho en la renovación de
la Europa de su tiempo. Todo un ejemplo actual para nosotros. También nosotros
esperamos que Europa sea liberada de sus esclavitudes y refulja su sangre
cristiana. Dios cuenta con nosotros para ello. Si somos instrumentos fieles, Él
realizará obras grandes por nuestro medio. Escuchemos la voz de Dios en el
silencio y en la oración. Ayunemos de tantas cosas superfluas y vanas. Que
nuestra riqueza sea el Señor. Y no perdamos nunca la ilusión de amar más a Dios
y de crecer en la santidad.
«Bendito seas, Señor mío Jesucristo, que con tu preciosa
sangre y con tu sagrada muerte, has redimido las almas y las has devuelto
misericordiosamente desde este exilio a la vida eterna» (Santa Brígida).
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