Hoy, en el Evangelio, Jesucristo ilustra gráficamente la relación entre "ethos" (personalidad o naturaleza humana) y "gracia". El fariseo se jacta de sus muchas virtudes; el publicano conoce sus pecados, sabe que no puede vanagloriarse ante Dios y, consciente de su culpa, pide gracia. ¿Significa esto que uno representa el "ethos" y el otro la gracia sin "ethos" o contra el "ethos"?
En realidad se trata de dos modos de situarse ante Dios y ante sí mismo. Uno ni siquiera mira a Dios, sino sólo a sí mismo; el otro se ve en relación con Dios y, con ello, se le abre la mirada hacia sí mismo (sabe que tiene necesidad de Dios y que ha de vivir de su bondad). No se niega el "ethos", sólo se le libera de la estrechez del moralismo y se le sitúa en el contexto de la relación de amor con Dios.
—La gracia que imploro no me exime del "ethos": necesito a Dios y, gracias a su bondad, yo puedo encaminarme hacia la Bondad.
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