31-03-2012 Radio Vaticana
(RV).- Ayer por la tarde se leyó en la cárcel romana de
Rebibbia el mensaje de Benedicto XVI,
firmado en el Vaticano el pasado 22 de marzo, con motivo del Vía Crucis que
presidirá en esta Casa penitenciaria el Cardenal Agostino Vallini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma, con la
participación de detenidos, agentes penitenciarios y grupos de fieles de
diversas parroquias de la ciudad.
A estos queridos hermanos, el Santo Padre les escribe que
se siente particularmente cercano en esta iniciativa, porque siempre está vivo
en su corazón el recuerdo de la visita que realizó a la cárcel de Rebibbia poco
antes de la pasada Navidad. Y añade que recuerda los rostros de las personas
que ha encontrado y las palabras que ha escuchado, y que han dejado en el
Obispo de Roma un signo profundo. Por esta razón, el Papa se une
espiritualmente a su oración, dando continuidad, de este modo, a su presencia
entre ellos, a la vez que agradece por esto, en particular, a sus Capellanes.
“Sé que este Vía Crucis quiere ser un signo de
reconciliación”, escribe el Papa. Porque como dijo uno de los detenidos durante
el encuentro que mantuvo con Su Santidad, “la cárcel sirve para volver a
levantarse después de haber caído, para reconciliarse consigo mismo, con los
demás y con Dios”; y, de este modo, sirve para poder entrar nuevamente en la
sociedad. Asimismo el Santo Padre recuerda que “cuando en el Vía Crucis vemos a
Jesús que cae al suelo –una, dos, tres veces– comprendemos que Él ha compartido
nuestra condición humana”. Y añade que “el peso de nuestros pecados lo ha hecho
caer; pero tres veces Jesús se ha levantado y ha proseguido el camino hacia el
Calvario”; de modo que, “con su ayuda”, también nosotros podemos volver a
levantarnos de nuestras caídas, y tal vez ayudar a otro, a un hermano, a
levantarse también.
Al preguntarse ¿qué daba a Jesús la fuerza para ir hacia
adelante?, el Papa responde “la certeza de que el Padre estaba con Él”. “Si
bien en su corazón estaba toda la amargura del abandono –prosigue Benedicto XVI– Jesús sabía que el Padre
lo amaba, y precisamente este amor inmenso, esta misericordia infinita del
Padre celestial lo consolaba y era más grande que las violencias y los ultrajes
que lo circundaban”. Incluso si todos lo despreciaban y no lo trataban como
hombre, Jesús, “en su corazón, tenía la firme certeza de ser siempre hijo, el
Hijo amado de Dios Padre”.
De ahí que el Papa les diga a estos “queridos amigos” que
el gran don que Jesús nos ha hecho con su Vía
Crucis es revelarnos que Dios es amor infinito, es misericordia, y lleva
hasta el final el peso de nuestros pecados, para que nosotros podamos volver a
levantarnos, reconciliarnos y encontrar la paz. Por eso no debemos tener miedo
de recorrer nuestro “vía crucis” y llevar nuestra cruz junto a Jesús. Porque Él
está con nosotros. Y con nosotros –añade– está también María, su madre y
nuestra madre, que permanece fiel también a los pies de nuestra cruz, y reza
por nuestra resurrección, porque cree firmemente que, también en la noche más oscura,
la última palabra es la luz del amor de Dios.
Con esta esperanza, basada en la fe, el Santo Padre les
desea a todos los presos de Rebibbia que vivan la próxima Pascua en la paz y en
la alegría que Cristo ha pagado con su sangre, y con gran afecto les imparte su
bendición apostólica, extendiéndola de corazón a sus familiares y seres
queridos.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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