domingo, 25 de marzo de 2012

Entrevista al fundador de los Franciscanos de María, el P. Santiago Martín


Hay muchas instituciones en la Iglesia, ¿por qué una nueva?
Eso habría que preguntárselo al Espíritu Santo, pero no sólo con respecto a los Franciscanos de María, sino a las muchas fundaciones que él hace surgir continuamente en la Iglesia. ¿Hacían falta las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa, cuando ya había congregaciones dedicadas a ayudar a los pobres? ¿Y los salesianos de San Juan Bosco, cuando ya había instituciones dedicadas a la enseñanza? Sin embargo, sin estas dos familias religiosas, por poner sólo un ejemplo, la Iglesia se habría perdido dos grandes obras de acción social y evangelizadora. Creo que más que hacer esa pregunta habría que hacer otra: ¿qué problemas nuevos hay en la sociedad y en la Iglesia que le han hecho ver la necesidad de fundar una nueva institución para hacerles frente?

¿Cuáles son esos problemas?
Lo resumo en uno: el secularismo, el alejamiento masivo y programado de los hombres de Dios, la ateización de la sociedad. Los Franciscanos de María tenemos como misión enfrentarnos con esa terrible plaga individual y social y nos enmarcamos dentro de esta gran empresa que es la nueva evangelización.

¿Cómo lo hacen?
Si el secularismo quita a Dios del corazón del hombre, nosotros queremos volver a poner a Dios ahí. Para ellos presentamos una relación con el Señor basada en el agradecimiento. Una relación que, sin desmerecer la importancia enorme de la petición, haga comprender al ser humano que lo esencial del cristianismo es el amor, la respuesta de amor debida a un Dios que nos ha amado infinita y misericordiosamente. Dentro de la nueva evangelización, nosotros queremos volver a los orígenes y a la raíz del cristianismo, invitando a los hombres a relacionarse con Dios no sólo para pedir sino sobre todo para agradecer.


¿Usted plantea una disyuntiva entre pedir o agradecer?
No. Creo que pedir nos ayuda muchísimo a situarnos ante Dios como lo que somos: unas criaturas suyas que le necesitan. Pedir nos enseña a ser humildes. Pero si sólo pedimos, podemos convertir la relación con Dios –o con cualquiera- en una relación egoísta. Por eso tenemos que agradecer. El agradecimiento es el punto final de esa relación, lo que establece la madurez de la misma. Sin agradecimiento, la relación es incompleta. Por eso el culto cristiano, lo que los católicos ofrecen al Señor, se llama “eucaristía”, que significa acción de gracias. Además, una religión en la cual la gratitud ocupa un puesto tan central, es mucho más atractiva para los hombres y mujeres de hoy, de este mundo secularizado, que creen tener de todo y no necesitar a Dios para nada y que por eso ya no van a la Iglesia ni siquiera a pedir.

¿Cómo ayuda a la persona la práctica del agradecimiento?
En estos años hemos comprobado que es un auténtico camino de sanación espiritual. El alejamiento de Dios hace que la gente esté “endiosada, es decir que todo el mundo se considera muy importante y por lo tanto todos piensan que por mucho que les den se merecen más. Eso lleva no sólo a no agradecer, sino también a estar continuamente quejándose, sintiéndose víctimas, pensando que nadie les reconoce lo mucho que valen.

De ahí tantas depresiones, frustraciones, rupturas matrimoniales e incluso suicidios. Cuando enseñas a alguien a agradecer, le enseñas que hay cosas en su vida que van bien, que no todo va mal, y eso le va sanando espiritual y psicológicamente poco a poco. Empieza a producirse un cambio en su interior que repercute en un cambio a su alrededor. Están mejor, sin más alegres, tienen más esperanza y dan más las gracias. Como consecuencia, los que conviven con ellos les quieren más y eso hace que aún se sientan mejor. Empezar a agradecer es empezar a amar y ese es el camino de la felicidad que nos mostró Jesucristo.

¿Cómo se llaman sus grupos?
Escuelas de agradecimiento. Pero, además de enseñar a agradecer, hemos elaborado una metodología formativa dedicada a que los laicos conozcan los principios fundamentales de la fe y la moral. Se trata de un verdadero catecumenado para jóvenes y adultos. Es un programa que busca la conversión espiritual de la persona, tocar su corazón, pero también formar su intelecto para prepararla a dar testimonio de la fe en un mundo agresivo hacia lo religioso como es el nuestro.

¿Dónde están los Franciscanos de María?
Hemos crecido mucho, gracias a Dios y a la Virgen. Estamos en 31 países y 160 diócesis. La mayor parte de los que forman nuestra familia espiritual son laicos, pero también hay sacerdotes y mujeres consagradas. Este extraordinario desarrollo en tan poco tiempo ha sido posible, como digo, por la ayuda de Dios y porque hay en el ambiente una necesidad de acercarse al Señor y de aprender a tener una relación nueva con Él que no sea la de sólo pedir.

¿Cuáles son sus obras?
La más importante es la de las “escuelas de agradecimiento”, que son verdaderas unidades de sanación espiritual y de formación en la fe. Pero también tenemos otras. Por ejemplo, un Servicio de Orientación Familiar muy completo y elaborado, o el Foro de Apologética Benedicto XVI. Tenemos un hospital en Bolivia y un asilo de ancianos en Venezuela.

En México, por ejemplo, hemos creado programas para atender a mujeres embarazadas en riesgo de aborto y para ayudar a los emigrantes sin papeles que avanzan hacia la frontera con Estados Unidos y son víctimas de las mafias.

Estamos trabajando en medios de comunicación cada vez más, sobre todo a partir de Internet, con una web de espiritualidad (www.frmaria.org), una de noticias de la Iglesia (www.catolicos-on-line.org) y una televisión (www.magnificat.tv). En definitiva, ofrecemos un movimiento de espiritualidad que quiere colaborar con el gran reto que tiene la Iglesia en este momento, que es la nueva evangelización, y que lo hace desde el agradecimiento, el servicio a los pobres y el amor a la Iglesia, siempre imitando a la Virgen María.

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