En el Día de Cristo Rey del Universo
A
todo el personal misionero de la prelatura de Caravelí y a su pastor, Mons. Reinaldo,
muchas felicidades y bendiciones desde México.
Gracias
al padre Benito Torres, me he enterado que la Prelatura ha cumplido 61 años la
semana pasada y eso me hizo traer muchos recuerdos agradables. No tuve tiempo
de mandar un saludo y felicitación en su momento, pero he estado meditando toda
esta semana hasta el día de hoy en que la figura de Cristo, Rey del universo y
el gran pastor de todos nosotros, me inspiró para escribir a todos mis hermanos
de esa gran Prelatura; y aunque siempre
están en mis oraciones todas aquellas personas con las cuales tuve el
privilegio de trabajar en esa Prelatura, en estos días bendije con mayor intensidad
a toda esa grey pues tomé conciencia más que nunca de lo privilegiado y
bendecido que fui por parte de Dios, Rey
del universo, al dejarme trabajar en un huequito de su plan y pertenecer a esa
planilla de misioneros que día a día construyen su reino y lo dan a conocer en
aquellas tierras áridas pero regadas por la gracia que el mismo Dios derrama
como llovizna a través de cada misionero que recorre dichas tierras.
Recuerdo
cuando un día, allá por el año 1993, Mons. Bernardo Kühnel me encontró en Lima,
como esos obreros que relata el evangelio que estaban sentados en la plaza sin
que nadie los contratara, y al igual que a ellos, Dios, a través de Mons. Bernardo me dijo:
“Ven a trabajar a mi viña, en mi prelatura hacen falta tantos trabajadores,
allí tendrás un lugar incluso para escoger pues hay tantos pueblos sin
pastores”, luego me invitó a conocer la Prelatura y me llevó con él unos días;
después de una semana ya estaba yo contratado como trabajador misionero laico
en esa viña de la prelatura de Caravelí a donde llegué justamente una madrugada
con monseñor Bernardo para participar en una asamblea pastoral, en Caravelí,
donde me presentó y así comenzaba mi aventura misionera. Fui designado a
trabajar en Pauza.
Fueron
años de bendición para mí y de un intenso trabajo. Y si no seré privilegiado
que al año de estar en la Prelatura y en Pauza, sin esperarlo, y por necesidad
de pastores, monseñor Bernardo me hace encargado pastoral de la parroquia de
Pauza junto con las parroquias de Oyolo y Corculla. Recorrí con piernas de
gacela aquellos terruños, llegué hasta la cordillera nevada en Ccalaccapcha
varias veces en medio de nevadas, pero feliz por llevar la luz de Cristo hasta
los últimos rincones de mi parcela, a casi 5000 msnm, y sobre todo a ese pueblo
que en su mayoría era de confesión religiosa adventista pero que me recibía con
alegría y hambre de Dios pues pocos llegaban a visitarlos, no sólo de la
Iglesia sino de las instituciones gubernamentales.
Por
si fuera poca la bendición, también fui nombrado coordinador de la
ODEC-Caravelí, gracias al apoyo de la madre Elisabeth Dreyer, a quien bendigo
también por ello. Y así, con todas estas bendiciones y cargos fui de pueblo en
pueblo, de escuela en escuela, predicando y educando, la gracia total para mí: hacer
lo que me gusta: predicar y educar, lo cual se transforma en una evangelización
total ¡Pura gracia de Dios en mi estado laico!
En
fin, cómo no agradecer a Dios y cómo no agradecer y bendecir a esa Prelatura
que me abrió brazos y puertas para desarrollar mi vocación misionera laica y
servir así a mis semejantes en nombre de Dios. Mis recuerdos, agradecimientos y
bendiciones a Mons. Bernardo Kühnel, donde se encuentre; a Mons. Juan Carlos; también
pido a Dios bendición, mucha fuerza y sabiduría para el pastor actual, Mons.
Reinaldo; y desde luego también bendiciones y oraciones para todos los pastores
que han pasado por esa Prelatura desde sus inicios, llevándola adelante como
una barca, donde quiera que se encuentren, paz y bendición para todos.
Y qué
decir de cada sacerdote, cada religiosa, cada hermano laico, cada catequista,
cada coordinador de ODEC, cada profesor de religión, cada personal de apoyo logístico: fuerza,
bendición e iluminación para cada uno de ellos, los que están y los que
estuvieron. Todos, donde quiera que nos encontremos, vivos o en la otra vida,
en Perú o en otro país, seguimos siendo la Prelatura porque dejamos algo de
nosotros allí; ahora me viene a la mente precisamente el caso de las madres de
Corde Jesu que fallecieron en Lampa y que dejaron parte de su cenizas allá. Esa
es la comunión de los santos.
Tendría
que escribir páginas y páginas para recordar cada momento, mencionar cada
persona, y cada experiencia vivida allí; pero ahora sólo quiero decir: gracias
por hacerme parte de su historia, y mi deseo de que Dios les llene de
bendiciones, fuerza y sabiduría para seguir adelante tan grande apostolado.
Quizás sea humilde e insignificante mi saludo, pero va desde mi corazón
misionero.
Sinceramente:
Su
hermano en Cristo, Job de Jesús Olvera Vázquez.
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