“La misa es el memorial del misterio
pascual de Cristo”
Audiencia General 22/11/2017 ©
L´Osservatore Romano
(ZENIT
– 22 Nov. 2017).- “La participación en la Eucaristía nos adentra en el
misterio pascual de Cristo, haciéndonos pasar con Él de la muerte a la vida, es
decir, allí en el calvario. La misa es rehacer el calvario, no un espectáculo”,
ha dicho el Papa Francisco.
Esta
mañana, 22 de noviembre de 2017, se ha celebrado a las 9:25 horas la audiencia
general, en la Plaza de San Pedro, donde el Santo Padre Francisco ha encontrado
a los grupos de peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todos los
lugares del mundo.
El
Papa ha continuado su nuevo ciclo de catequesis dedicada a la santa misa, cuyo
tema ha sido esta vez: “La misa es el
memorial del misterio pascual de Cristo”.
El
Papa ha reflexionado: “Cuando vamos a misa es como si fuéramos al calvario, lo
mismo. Pero pensad: Si en el momento de la misa vamos al calvario- imaginadlo-
y sabemos que el hombre que está allí es Jesús: ¿Nos pondríamos a hablar, a
sacar fotografías, a hacer un espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! De seguro
estaríamos en silencio, en llanto y también con la alegría de ser salvados”.
Tras
resumir su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en
particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha
terminado con el canto del Pater
Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas: ¡buenos días!
Continuando
con la catequesis sobre la misa, podemos preguntarnos: ¿Qué es
esencialmente la misa? La misa es el memorial
del misterio pascual de Cristo. Nos hace partícipes de su victoria
sobre el pecado y la muerte, y da un significado pleno a nuestra vida.
Por
eso, para comprender el valor de la misa, debemos entender ante todo el
significado bíblico del “memorial”. No es “solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha
realizado en favor de los hombres (cf Ex13,3).
En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma,
presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto:
cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen
presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos
acontecimientos”. “(Catecismo de la Iglesia
Católica, 1363). Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y
ascensión al cielo, ha llevado a cumplimiento la Pascua. Y la misa es el
memorial de su Pascua, de su “éxodo” que cumplió por
nosotros, para sacarnos de la esclavitud y hacernos entrar en la tierra
prometida de la vida eterna. No es solamente un recuerdo, no; es mucho más: es
hacer presente lo que sucedió hace veinte siglos.
La
Eucaristía nos lleva siempre a la cumbre de la acción salvífica de Dios: el
Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, derrama sobre todos nosotros
su misericordia y su amor, como hizo en la cruz, con el fin de renovar nuestro
corazón, nuestra existencia y nuestra forma de comunicarnos con Él y con
nuestros hermanos. Dice el Concilio Vaticano II:.. ” La obra de nuestra
redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la
cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado»”
(Const. dogmática Lumen Gentium, 3).
Cada
celebración de la Eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús
resucitado. Participar en la Misa, especialmente el domingo, significa entrar
en la victoria del Resucitado, ser iluminados por su luz, calentados por su
calor. A través de la celebración eucarística, el Espíritu Santo nos hace
partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser
mortal. Y en su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el
Señor Jesús también nos arrastra con Él para hacer Pascua. En la misa se hace Pascua.
En la misa nosotros estamos con Jesús, muerto y resucitado y Él nos empuja
hacia adelante, a la vida eterna. En la misa, nos unimos a Él. Más aún, Cristo
vive en nosotros y nosotros vivimos en Él. “Con Cristo estoy crucificado, -dice
San Pablo- y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo
al presente, en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se
entregó por mí”(Gálatas 2: 19-20).
Así pensaba Pablo.
En
efecto, su sangre nos libera de la muerte y del miedo a la muerte. Nos libera
no solo del dominio de la muerte física, sino también de la muerte espiritual,
que es el mal, el pecado, que se apodera de nosotros cada vez que somos
víctimas de nuestros pecados o de los pecados de los demás. Y entonces
nuestra vida se contamina, pierde belleza, pierde significado, se marchita.
Cristo,
en cambio, nos vuelve a dar la vida; Cristo es la plenitud de la vida, y cuando
se enfrentó a la muerte la aniquiló para siempre: “Resucitando destruyó la
muerte y nos dio nueva vida”. La Pascua de Cristo es la victoria
definitiva sobre la muerte porque Él transformó su muerte en acto supremo de
amor. ¡Murió por amor! Y en la Eucaristía quiere comunicarnos este amor pascual
y victorioso. Si lo recibimos con fe, también nosotros podemos amar
verdaderamente a Dios y al prójimo, podemos amar cómo Él
nos amó, dando la vida.
Si el
amor de Cristo está en mí, puedo entregarme plenamente al otro en la certeza
interior de que si el otro me hiriera, yo no moriría; de lo
contrario, debería defenderme. Los mártires han dado sus vidas por esta certeza
de la victoria de Cristo sobre la muerte. Solo si experimentamos este poder de
Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de darnos sin temor.
Esto es la misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección, ascensión de
Jesús. Cuando vamos a misa es como si fuéramos al calvario, lo mismo. Pero
pensad: Si en el momento de la misa vamos al calvario- imaginadlo- y sabemos
que el hombre que está allí es Jesús: ¿Nos pondríamos a hablar, a sacar fotografías,
a hacer un espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! De seguro estaríamos en
silencio, en llanto y también con la alegría de ser salvados. Cuando entramos
en una iglesia para ir a misa pensemos en esto: entro en el calvario, donde
Jesús da su vida por mí. Y así se acaba el espectáculo, se acaban las charlas,
los comentarios y estas cosas que nos alejan de algo tan hermoso como es la
misa, el triunfo de Jesús.
Creo
que está más claro ahora que la Pascua está presente y activa cada vez que
celebramos la misa, es decir, el sentido del memorial.
La participación en la Eucaristía nos adentra en el misterio pascual de Cristo,
haciéndonos pasar con Él de la muerte a la vida, es decir, allí en el calvario.
La misa es rehacer el calvario, no un espectáculo.
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