Lectura del santo evangelio según san
Lucas 18,1-8
En
aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar
siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una
ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad
había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi
adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque
ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando,
le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Reflexión del Evangelio de hoy
La
Palabra rompe el silencio de la historia
Hay
libros de la Biblia que son verdaderamente hermosos. Y el de la Sabiduría
es uno de ellos. El texto que hoy recoge la liturgia del día no tiene
nada que envidiar a cualquier superproducción de Hollywood, con efectos
especiales incluidos. Te transporta con facilidad al relato histórico que
refiere y te mete en el acontecimiento de forma que estás viendo a Dios actuar
y llevar al pueblo de su mano para hacer justicia y protegerle. Recoge un
fragmento de los dos últimos capítulos, que muestra cómo la Sabiduría actúa en
la historia, concretamente la salida de Israel de Egipto: la muerte de los
primogénitos y el paso del Mar Rojo.
Es
claro el mensaje de justicia que nos lanza, a cada individuo y a los
gobernantes. Dios interviene de forma clara en la historia, rompe el
silencio de la opresión y la injusticia, “tu Palabra omnipotente se lanzó desde
el cielo”. Para Él todo es posible, hasta modificar la naturaleza “porque
toda la creación, obediente a tus órdenes, cambió radicalmente la misma
naturaleza”. Dios es el libertador, en una imagen clara de guerrero y
salvador. Podemos hacer ensoñaciones de un Dios superhéroe o
escandalizarnos de un Dios justiciero. Pero ni una ni otra imagen
responden a la pretensión de este libro ni mucho menos al Dios que Jesucristo
nos anuncia.
¿Actúa
verdaderamente Dios en la historia, su poder es total, como nos han enseñado?
La impotencia frente al mal o la desesperanza ante el sufrimiento confrontan a
veces con mucha crudeza la fe en un Dios omnipotente y salvador. Quiero
aquí referir las palabras de un dominico sabio, Albert Nolan, en su libro
“Esperanza en una época de desesperanza”: “El fundamento de nuestra esperanza
es Dios y el objeto de nuestra esperanza es la voluntad de Dios…Dios actúa en
el universo y siempre ha sido así…Dios ha obrado a lo largo de la historia
humana…Dios obra en ti y en mí…La voluntad de Dios es diferente. Lo que Dios
quiere es el bien común. Lo que Dios quiere es lo mejor para todos nosotros
juntos, lo que es mejor para toda la creación… El objeto de la esperanza
cristiana es, por tanto, el bien común”.Un buen resumen del mensaje del libro
de la Sabiduría y una inmensa tarea la que Dios deja en nuestras manos.
La
fe que espera y confía en esa Palabra
El
texto de Lucas ahonda en esta confianza que nace de la esperanza en el Dios de
la misericordia, el Dios que es Padre y quiere el bien para todos sus hijos,
especialmente los más vulnerables y desprotegidos, los que sufren la
injusticia. La descripción del juez es tajante “ni teme a Dios ni le
importan los hombres”. Hay muchísima gente de bien en nuestro mundo, pero
también es cierto que hay mucho mal e injusticia que se ceban en sistemas
políticos, sociales y económicos que se basan y alimentan el egoísmo, el
interés individual, la codicia, minando desde la raíz las posibilidades del
bien común. ¿Podemos decir que nuestra sociedad, nuestra comunidad de fe,
nuestra familia y cada uno particularmente, teme a Dios y le importan las
personas?
Creer
en Dios y tener esperanza en que se cumplirá su voluntad, pasa por no excluir a
Dios de ningún ámbito de la vida y confiar en el poder de su voluntad, que está
guiada por su amor y querer el bien para todos y cada uno de sus hijos.
La viuda del evangelio fue insistente y apelaba a un hombre injusto.
¿Cómo desistir nosotros si apelamos a un Dios justo y Padre? Para no
desfallecer hemos de profundizar en esta fe que confía y espera en Dios.
Ello implica descubrir los signos de esa presencia de Dios en nuestro mundo, a
nuestro alrededor, en nosotros mismos. Somos testigos de cómo Dios actúa
en el mundo y la oración nos ha de llevar a vivir con confianza, con una
actitud de esperanza y comprometidos con ese bien común que implica también
morir a mi egoísmo y querer el bien no para mí sino para todos. Dios me
ha dado el don de la fe para hacerse un poco más presente en nuestra
historia. Termino con una palabras de Nolan: “Lo que de verdad importa a
largo plazo no es sólo que tengamos esperanza, sino que actuemos con esperanza”.
Así, cuando venga el Hijo del Hombre, sí encontrará fe en la tierra.
Hna.
Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/18-11-2017/
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