jueves, 2 de julio de 2015

El poder más grande de Dios: perdonar los pecados

El regreso del hijo pródigo. Autor: Rembrandt
Hoy, viendo la fe de quienes ayudaban al paralítico, Jesús reacciona curándole la parálisis (¡milagro!) y perdonándole los pecados (¡más milagro!). Los escribas apenas quedan afectados por la extraordinaria "sanación médica", pero se sorprenden —se indignan— con el acto de "sanación moral". Nos llama la atención la reacción de estos escribas, porque nosotros admiraríamos lo primero, pero no lo segundo.

Dicha reacción, aun siendo equivocada, es una lección. La mentalidad creyente de aquellos judíos les permite entender que perdonar los pecados —en cuanto ofensa a la divinidad— es algo grande, tan grande que sólo es propio de Dios. Si Jesús perdona los pecados significa que Él mismo es Dios. Para ayudarnos a aceptarlo Él curó también la parálisis física. Con todo, lo más misterioso es que el hombre pueda resistirse ante Dios y que Él siga esperándonos con tanta paciencia.

—Señor, Tú manifiestas tu omnipotencia mostrándote como nuestro Padre misericordioso, siempre pronto a perdonar libremente —nadie podría obligarte a hacerlo— nuestros "des-amores".

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).

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