Hoy, en la “modernidad” se ha intentado construir la
fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a
poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un
Padre común como fundamento último, no logra subsistir. Es necesario volver a
la verdadera raíz de la fraternidad.
A lo largo de la historia de la salvación, el hombre
descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como hermanos, de la única
bendición. La fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí, que la
luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano. Gracias a la
fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan
evidente en el mundo antiguo.
—En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su
solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la
humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la
encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos del Papa Francisco) (Città del Vaticano,
Vaticano).
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