Hoy dedicamos nuestra atención a Tomás, siempre presente
en las cuatro listas del Nuevo Testamento. Es muy conocida, incluso proverbial,
la escena de incredulidad de Tomás, ocho días después de Pascua. En un primer
momento, no había creído que Jesús se había aparecido en su ausencia: «Si no
veo…, no creeré».
En el fondo, de estas palabras emerge la convicción de que
a Jesús ya no se le reconoce por el rostro, sino más bien por las llagas. Tomás
considera que los signos característicos de la identidad de Jesús son ahora
sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto Él nos ha amado.
—El caso del apóstol Tomás es importante para nosotros al
menos por tres motivos: Primero, porque nos consuela en nuestras inseguridades;
segundo, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más
allá de toda incertidumbre; tercero, porque las palabras que le dirigió Jesús
nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar
por el camino de fidelidad a Él.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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