Hoy nos impresiona mucho la queja de Jesús. Casi que no
podemos imaginarnos a Jesucristo —Infinita Misericordia— maldiciendo a esas
ciudades. Pero no es tanto un enfado, sino un grito de dolor divino, porque los
corazones humanos rechazan el amor de Dios.
La conversión es imprescindible en nuestra vida, porque
somos débiles: ¡estamos "tocados" por el pecado original! Hemos de
reconocer que nos cuesta entender y hacer el bien, y cometemos ofensas. Lo
razonable, por tanto, es rectificar, convertirse y pedir perdón a nuestros
hermanos y a nuestro Señor. Si no lo hacemos, entonces, dejamos de percibir el
amor del Dios que nunca deja de amar.
—Señor, sé que Tú nunca me abandonas, ni siquiera cuando
te ofendo. Concédeme un corazón noble para no engañarme escondiendo mis culpas.
Dame la "valentía" de dejarme perdonar por ti. No permitas que me
aleje de ti por la falta de penitencia. Quiero reposar en tu misericordia.
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant
Cugat del Vallès, Barcelona, España).
No hay comentarios:
Publicar un comentario