Hoy —en nuestro tiempo— "amor" significa tantas cosas —incluso contrarias— que a menudo no se percibe su genuino sentido. Todos queremos amor, pero no todo es amor. Jesús ofrece un criterio sensato: amar es un "perderse". Quien no esté dispuesto a las "fatigas del éxodo" no puede amar: amor y comodidad son incompatibles.
La Trinidad representa el amor esencial (un eterno
"Ser para…") y el hombre es imagen de Dios: alguien que por
inclinación natural desea "dar y recibir amor". ¡Perder la vida!:
Jesucristo describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la
resurrección. Es el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando
fruto abundante. El amor es una exigencia que no me deja intacto: no puedo
limitarme a seguir siendo yo a secas, sino que he de perderme una y otra vez.
—Jesús, Hijo de Dios, que "eres para" nosotros
haciéndote hombre, concédeme seguir tus sendas de amor "siendo y viviendo
para" los demás.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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