Hoy estamos sumergidos en el ambiente íntimo de la Última
Cena. Cristo, consciente de la prueba que se avecina, fortalece a los Apóstoles
y, de nuevo, les da muestras de su divinidad. Se les presenta como el "Yo
Soy", con conocimiento divino: predice la traición de Judas "antes de
que suceda".
¡Es hombre!; de nadie más se escribió tanto en la
antigüedad. Sabemos su nombre, dónde y cuándo nació; conocemos sus hechos y
palabras. Padeció hasta morir (una lanzada certificó su muerte sin
"paliativos"). ¡Y es Dios! Sólo Dios puede llamarse "Yo Soy" (ante Moisés, ya había usado este "nombre propio"). Dios
"es", sin necesidad de calificativos, porque su infinitud no admite
acotación. Jesús lo ve todo como en un "eterno presente". Sus saberes
divino y humano cooperan sin confundirse. Un misterio no imposible para el Ser
Infinito, potente para "incorporarse" la naturaleza humana creada a
su imagen por Él mismo.
—Jesús: porque eres Dios, tu Humanidad sabía de antemano
que sufriría mucho. ¡Te amo!
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España).
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