Hoy seguimos escuchando la conversación que —de noche—
tuvo aquel maestro judío, Nicodemo, doctor de la Ley, con Jesucristo. Una
conversación íntima y profunda. Nicodemo siente sinceramente la atracción de
Jesús: Él es "algo" nuevo que irrumpe en nuestra historia; sólo
alguien que viniera de parte de Dios podría realizar aquellos milagros.
Nicodemo, como judío convencido, confía en la Ley de
Moisés. Sin embargo, como el resto del pueblo de Israel, espera el
Mesías-Salvador. Jesús le descubre verdades insospechadas. Entre ellas que el
Mesías es el mismísimo Hijo de Dios, del cual proviene la salvación del mundo.
Sólo un Dios que estuviera dispuesto a sufrir con nosotros —haciéndose uno de
nosotros— podía ofrecer de parte nuestra un sacrificio realmente agradable a
Dios para nuestra salvación. Sabemos que este Hijo de Dios existe y que es
Jesucristo. No se nos ha dado ningún otro nombre por el cual vayamos a ser
salvados.
—Jesús, confieso que eres Dios y, porque realmente eres
Dios, te confío mi eterna salvación.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
No hay comentarios:
Publicar un comentario