Hoy, Jesús resucitado sale al encuentro de sus amigos, los
reúne y conforta con su presencia. Juan, que amaba mucho al Señor, intuye con
más facilidad que es Él. Pero todos presienten que están ante la presencia de
Cristo, pues han visto cómo —fiándose de su palabra— su trabajo ha obtenido un
resultado extraordinario.
Igual que en los primeros tiempos del cristianismo,
Jesucristo no nos deja solos. Se hace presente en medio de nosotros de manera
especial cuando celebramos la santa misa, escuchando su Palabra que nos
reconforta y también llenando de amor nuestro corazón con su cálida presencia
recibida en una Comunión hecha con fe, devoción y limpieza de corazón. Sin
Jesús la vida pierde su color y alegría; con Él todo es distinto.
—Señor, te pido que abras los ojos de mi fe para que sepa
reconocer tu presencia en mi vida. Que sepa vivir a fondo el gran regalo de la
Eucaristía.
Comentario: Rev. D. Joan Ant. MATEO i García
(La Fuliola, Lleida, España).
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