Hoy partiendo de lo inesperado, la Escritura se ha
desvelado de un modo nuevo. Obviamente, la nueva lectura de las Escrituras sólo
podía comenzar después de la resurrección, porque únicamente por ella Jesús
quedó acreditado como enviado de Dios. Ahora había que identificar ambos
eventos —cruz y resurrección— en la Escritura, entenderlos de un modo nuevo y
llegar así a la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios.
Para los discípulos, la resurrección era tan real como la
cruz. Se rindieron simplemente ante la realidad: después de tanto titubeo y
asombro inicial, ya no podían oponerse a ella. Es realmente Él; vive y nos ha
hablado, ha permitido que le toquemos, aun cuando ya no pertenece al mundo de
lo que normalmente es tangible.
—La paradoja era indescriptible: Él era completamente
diferente, no un cadáver reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un
modo nuevo y para siempre; y, al mismo tiempo, sin pertenecer ya a nuestro
mundo, estaba presente de manera real, en su plena identidad.
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net
(elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).
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