Hoy, Jesús contrapone a las disposiciones de la "Torá" una nueva radicalidad de la justicia ante Dios: no sólo no matar, sino salir al encuentro del hermano con el que se está enfrentado para buscar la reconciliación; no sólo igualdad en el derecho ("ojo por ojo, diente por diente"), sino dejarse pegar sin devolver el golpe; amar no sólo al prójimo, sino también al enemigo… Es el "amor hasta el extremo" que Cristo consumará en la Cruz orando por sus "enemigos".
Pero eso, ¿es realista? Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Dios nos ha amado primero y nos hace experimentar su amor, y de este "antes" de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta. Con Dios amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco.
—En el encuentro íntimo con Dios, aprendo a fijarme en el otro no sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo, la misma del Padre celestial.
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