Lectura
del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel
tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y
despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: - «Dos hombres subieron al
templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido,
oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como
los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos
veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en
cambio, se quedó atrás
y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se
golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador."
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
¡Volvamos
al Señor!
Con la
voz potente de los profetas, en este caso de Oseas, se repite el mensaje
central de la Cuaresma. Dios está dispuesto a dejarse llevar por la
misericordia y perdonar siempre.
Con
frecuencia, el pueblo judío rompió la alianza que había sellado con Dios de
seguirle y tenerle como su único Dios y Señor. La verdad es que, demasiadas
veces, se fue detrás de otros dioses. Las promesas y la misericordia de muchos
del pueblo judío, son débiles, pasajeras, “como nube mañanera, como rocío de
madrugada que se evapora”. Pero bien saben ellos que la misericordia de Dios no
es así, sino que es eterna, para siempre y que nunca Dios permanece en su
enfado. Por eso, se atreven a decir: “¡Ea, volvamos al Señor! Él nos desgarró,
él nos curará; él nos hirió, él nos vendará. En dos días nos sanará, al tercero
nos resucitará y viviremos delante de él”. Tienen la seguridad de obtener el
perdón de Dios, el que afirma: “Quiero misericordia y no sacrificios,
conocimiento de Dios más que holocaustos”.
Jesús,
cuando se llegó hasta nosotros, y como no podía ser de otra manera, siguió el
comportamiento de su Padre Dios. Siempre perdonó y acogió a todo el que
arrepentido se acercaba a él… y nos pidió que nosotros hiciésemos otro tanto,
siendo capaces de perdonar a nuestros ofensores “hasta setenta veces siete”.
Dios es amor, Jesús es amor y nosotros, hechos a imagen de Dios, también somos
amor… y el amor lleva consigo el perdón.
¡Oh
Dios!, te compasión de este pecador
Todos
estamos hechos del mismo “material” humano, No somos dioses. Nuestra natural
limitación nos lleva a encontrarnos en nuestras manos el mal que no queremos
cometer pero que, de vez en cuando, cometemos. Nadie se puede presentar ante
Dios con su hoja limpia de pecado. Nadie puede presentarse ante Dios como el
erguido fariseo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres”… que son pecadores. Lo nuestro es como lo del publicano. Reconociendo
nuestras faltas y con el corazón dolorido por lo hecho y arrepentidos de
verdad, decirle a nuestro Padre Dios: “Ten compasión de este pecador”. Y ya que
estamos en dialogo amoroso con nuestro Dios, pedirle también que nos siga
regalando su ternura, su amor y las fuerzas necesarias para serle fiel a su
amistad.
Fray Manuel Santos Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
Convento de Santo Domingo (Oviedo)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-3-2019/
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