Lectura
del santo Evangelio según San Lucas 3, 1-6
En el año
quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de
Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y
Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y
Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y
recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para
perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del
Profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
Pautas para la homilía
Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción que llevas… (Ba 5,1)
En
un contexto de exilio y todo lo que ello conlleva para el pueblo de Israel, se
alza la voz del profeta Baruc. Un mensaje claramente esperanzador en medio del
luto y el duelo a causa de la desgracia sufrida. Por un momento, tratemos de
imaginar siquiera lo que habría sido el exilio: despojos, violencia,
enfermedades, muertes, pérdida de seres queridos, pérdida de bienes,
posesiones, privilegios, tierra, templo, culto y un largo etc.
El
profeta no solamente invita imperativamente a despojarse de todo luto y
tristeza, sino que también ordena ponerse los vestidos de fiesta y es más,
anuncia que Dios mismo guiará a Israel con alegría, a la luz de su gloria, con
su justicia y su misericordia. Es
que la justicia de Dios se manifiesta no cuando condena o juzga sino cuando Él
salva, rescata y le devuelve todo el esplendor a su pueblo gracias a su
misericordia. “Dios ha mandado rebajarse a todos los montes
elevados y a todas las colinas encumbradas; ha mandado rellenarse a los
barrancos hasta hacer que el suelo se nivele, para que Israel camine seguro,
guiado por la gloria de Dios”.
A
la luz de estas palabras esperanzadoras y cargadas de alegría podemos
preguntarnos también nosotros cómo podemos actualizarla: ¿Has tenido experiencia de exilio
(real, social, espiritual, afectivo, etc.)? ¿Cómo ves/contemplas la realidad
que te rodea (local, regional, internacional)? ¿Eres una voz de esperanza para
tantos exiliados de nuestro mundo? ¿Cómo lo haces o colaboras a preparar el
camino?
Que vuestro amor siga creciendo más y más… (Fil 1,9)
San
Pablo se dirige a los cristianos de Filipos con una carta que trasluce alegría,
amor y confianza. Los recuerda con alegría en la oración porque han colaborado
con la difusión del Evangelio desde el primer momento. ¡Los ama
entrañablemente! Además, confía plenamente en que el Señor llevará a buen
término la obra que ha comenzado en ellos. El deseo hecho oración del apóstol
es que el amor siga creciendo más y más entre los cristianos y puedan
profundizar en todo conocimiento y discernimiento, en otras palabras, que ese
amor los lleve a una sabiduría experiencial, una sabiduría de vida.
¿Cómo
podemos y debemos recibir las palabras de san Pablo? ¿Recordamos a nuestros
hermanos y hermanas con alegría en la oración? ¿Confiamos en la obra que Dios
realiza en los demás? ¿Cómo podemos crecer más y más en el amor -a Dios, a los
hermanos, -a todo ser humano?
Preparad el camino del Señor… (Lc 3,4)
El
evangelista Lucas nos sitúa en unas coordenadas históricas concretas, en un
tiempo y lugar determinados (imperio romano, procurador romano en Judea, poder
religioso en Jerusalén, río Jordán, desierto de Judea). Nos quiere hacer pensar
que Dios se ha hecho historia, su palabra se ha encarnado y se manifiesta en
personas concretas: Juan, la voz que grita en el desierto. La profecía de
Isaías se concreta en la persona de Juan que invita a la conversión y al
bautismo para el perdón de los pecados.
Fijémonos
en las imágenes que utiliza la voz que clama en el desierto: senderos, valles,
montes, colinas, caminos torcidos y escabrosos o ásperos. Resulta más fácil
comprenderlo in situ:
en el desierto de Judea y las regiones circunvecinas; es el típico paisaje del
sur de Palestina. Los verbos son muy interesantes porque indican distintas
acciones que desembocan en un mismo objetivo: preparar el camino, el terreno, el
territorio por donde el Señor ha de pasar. Estos son: rellenar, rebajar,
enderezar, nivelar o allanar. Nos recuerda a lo que decía el profeta Baruc: El
Señor ha ordenado que se preparen los caminos…
Hoy
esa misma voz sigue gritando… en el desierto… paradójicamente en un lugar que
no habita la gente y donde nadie escucha. Simbólicamente el desierto da mucho
que pensar. El desierto de nuestros días puede tener múltiples sentidos: ¿con cuál nos identificamos?
La
voz de Juan el bautista nos invita a la conversión, una conversión que implica
enderezar nuestros caminos, nuestras vidas; rebajar los montes y colinas de
nuestro orgullo, vanidad, de lo superfluo, de discriminación, de desprecio, de
intolerancia y prejuicios de todo tipo, etc. Una conversión que nos invita a
rellenar los valles de nuestros vacíos existenciales, afectivos, de fe, de
confianza y esperanza. Una conversión que invita a allanar y nivelar todo
aquello que es sinuoso o áspero en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en
nuestra iglesia y por qué no, en nuestra sociedad. ¡El Señor ya viene!
Estamos
invitados a reflexionar sobre la invitación que nos hace Juan el Bautista hoy: ¿en verdad somos personas con
esperanza y con una fe que nos capacita para cambiar el mundo? ¿somos buena
noticia para las personas que viven en situaciones de exilio, tristeza, dolor,
sufrimiento, marginación, etc.? ¿Hacemos algo para que el amor entre nosotros
crezca cada día? ¿Creemos realmente que el Señor viene a nuestras vidas y que
necesitamos prepararnos?
Este
domingo destila esperanza y alegría, nos invita a ser gente que da lo mejor de
sí para hacer realidad la justicia y misericordia de Dios porque creemos
inquebrantablemente que todo el mundo verá la salvación de Dios. ¡Cantemos con
el salmista que nuestro Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres!
No hay comentarios:
Publicar un comentario