Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 21-24
En
aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:
- "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
- "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo
me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni
quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere
revelar." Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos
los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y
reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no
lo oyeron"
Reflexión del Evangelio de hoy
Un renuevo brotará de las raíces
Definitivamente
a Dios le gusta lo pequeño; si recorremos la Biblia nos damos cuenta en seguida
de esta realidad. En la lectura de Isaías eso pequeño se hace un débil brote que
comienza a retoñar, ¡nada más débil y tambaleante!
Sin
embargo, esa es la promesa para Israel; eligiendo a los que no tienen valor en
el mundo y a los que son rechazados, es como Dios va a llevar a término su plan
de salvación y como será posible este paraíso de paz, donde todas las
divisiones serán superadas y los diferentes podrán vivir juntos sin dejar de
ser lo que son.
La
sabiduría de Dios que colmará toda la tierra, nos hace capaces de dar lo mejor
de nosotros. Cuando Dios plasma su sonrisa en el corazón, ya nada puede detener
el deseo de llevar su palabra, de compartir con la gente sencilla nuestra
alegría y hacer de los torrentes de lágrimas cascadas sonoras de risas y
bendiciones llenas de frescura.
Compartir la alegría del Espíritu
El
Espíritu Santo se manifiesta de forma plena en las lecturas de hoy, en Isaías
mencionando cuatro veces “espíritu de…”, y en el Evangelio, Jesús exulta lleno
del Espíritu. Por eso a San Lucas se le llama también el evangelista del
Espíritu.
Se
trata de cultivar el espíritu de alabanza, desde un corazón abierto para ver y
oír las maravillas de Dios. Para dejarnos llenar del Espíritu y de su alegría,
necesitamos tiempo de silencio y de oración para integrar lo que fuimos,
saborear lo que somos y soñar lo que seremos. Sin oración y silencio no hay
sitio para el Espíritu. Esos son los pequeños, los sencillos, que abren su
corazón al Espíritu, a la Palabra, los que no tienen más que a Dios; los que
hacen de su propia historia, historia de salvación.
Conocer
los misterios del Reino es algo sobrenatural y sólo se puede penetrar en ellos
guiados por ese Espíritu que está derramado en nuestros corazones. Hay que
dejarse, abandonarse, hacerse pequeños, sencillos, como un débil retoño que
brota lleno de esperanzas.
¿Dejo actuar al Espíritu
en mi vida?
¿Qué cosas hay en mi corazón que me impiden vivir en la sencillez?
¿Trato de vivir mis relaciones desde la justicia y la paz?
¿Qué cosas hay en mi corazón que me impiden vivir en la sencillez?
¿Trato de vivir mis relaciones desde la justicia y la paz?
No hay comentarios:
Publicar un comentario