Hoy no podemos negar que, en este mundo autoconstruido,
recurrimos en secreto igualmente a los “recursos” de Dios. Exactamente como el
juez irracional de la parábola, que finalmente hace justicia para tener paz
(algo que, en verdad, viene de Dios).
¿Cómo puede la razón volver a encontrar su grandeza sin
deslizarse en lo irracional? La aparición del movimiento ecologista es
sintomática: reconocemos que la materia no es un material para nuestro uso,
sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y que nosotros debemos seguir
sus indicaciones; debemos escuchar el "lenguaje de la naturaleza" y
responder coherentemente. Y también hay una "ecología del hombre",
pues él posee una naturaleza que no puede manipular a su antojo.
—Yo no soy solamente una libertad que se ha creado por sí
sola. Soy espíritu y voluntad, pero también naturaleza. Mi voluntad es justa
cuando respeto mi naturaleza, la escucho, y cuando me acepto como lo que soy, y
admito que no me he creado a mí mismo.
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