sábado, 1 de noviembre de 2014

“Dejar que Jesús crezca”


Una fiesta de hondo arraigo popular, la Fiesta de Todos los Santos, es un motivo para reflexionar sobre un tema esencial en la vida cristiana: la santidad. Jesucristo nos puso la meta: “sean santos como su Padre Celestial es santo” (Mt 5,48). Dios es santo en esencia. Nosotros somos pecadores. Por eso, para nosotros el camino hacia la santidad significa salir de nuestro pecado y, por y con la gracia del Señor caminar hacia nuestra salvación.


Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana quedó debilitada de sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e inclinada al pecado. (cf. CEC 418). Con el pecado original todos los hombres perdimos la Vida Divina y la imagen de Dios quedó deformada. Sin embargo, en este camino hacia el cielo tenemos una certeza que nos llena de confianza: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros (Rom 5,1-2. 6-8). Jesucristo nos ha devuelto y abierto, con su muerte y resurrección, el camino a la reconciliación con Dios.

Dios conocedor de nuestra fragilidad para ayudarnos a alcanzar la santidad y con ella la salvación nos ha dado un regalo, que es un don sobrenatural, inmerecido, pero necesario para salvarnos: la gracia. La gracia es una influencia divina sobre el corazón y se refleja en la vida; es una participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios (C 1996-1997). Inicia con el Bautismo y se puede perder o aumentar, a pesar de ser gratuita el hombre puede favorecer su recepción o impedir su fruto. Entender que la necesitamos para poder, ser discípulos misioneros y llegar a ser santos es el inicio del camino de perfección cristiana.

Recordemos como nos anima el Papa Francisco en este camino hacia la santidad: “Este es el recorrido de la santidad de los grandes. También es el recorrido de nuestra santidad. Si nosotros no nos dejamos convertir el corazón en este camino de Jesús –llevar la cruz todos los días, la cruz ordinaria, la cruz sencilla– y dejar que Jesús crezca; si no vamos por este camino, no seremos santos. Pero si andamos por este camino, todos nosotros daremos testimonio de Jesucristo, que nos ama tanto. Y daremos testimonio de que, aunque somos pecadores, la Iglesia es santa. Es la esposa de Jesús”.

Que en la fiesta de todos los Santos podamos recibir la gracia de anhelar una vida de santidad, marcada por la humildad y la misericordia.

P. Guillermo Inca Pereda OSJ

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