Una fiesta de hondo arraigo popular, la Fiesta de Todos
los Santos, es un motivo para reflexionar sobre un tema esencial en la vida
cristiana: la santidad. Jesucristo nos puso la meta: “sean santos como su Padre
Celestial es santo” (Mt 5,48). Dios es santo en esencia. Nosotros somos
pecadores. Por eso, para nosotros el camino hacia la santidad significa salir
de nuestro pecado y, por y con la gracia del Señor caminar hacia nuestra
salvación.
Como consecuencia del pecado original, la naturaleza
humana quedó debilitada de sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la
ignorancia, a la muerte, e inclinada al pecado. (cf. CEC 418). Con el
pecado original todos los hombres perdimos la Vida Divina y la imagen de Dios
quedó deformada. Sin embargo, en este camino hacia el cielo tenemos una certeza
que nos llena de confianza: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra
justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien
hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos
hallamos. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo
señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera
por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; más la
prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros (Rom 5,1-2. 6-8). Jesucristo nos ha devuelto y abierto,
con su muerte y resurrección, el camino a la reconciliación con Dios.
Dios conocedor de nuestra fragilidad para ayudarnos a
alcanzar la santidad y con ella la salvación nos ha dado un regalo, que es un
don sobrenatural, inmerecido, pero necesario para salvarnos: la gracia. La
gracia es una influencia divina sobre el corazón y se refleja en la vida; es
una participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios (C 1996-1997). Inicia
con el Bautismo y se puede perder o aumentar, a pesar de ser gratuita el hombre
puede favorecer su recepción o impedir su fruto. Entender que la necesitamos
para poder, ser discípulos misioneros y llegar a ser santos es el inicio del
camino de perfección cristiana.
Recordemos como nos anima el Papa Francisco en este camino
hacia la santidad: “Este es el recorrido de la santidad de los grandes. También
es el recorrido de nuestra santidad. Si nosotros no nos dejamos convertir el
corazón en este camino de Jesús –llevar la cruz todos los días, la cruz
ordinaria, la cruz sencilla– y dejar
que Jesús crezca; si no vamos por este camino, no seremos santos. Pero si
andamos por este camino, todos nosotros daremos testimonio de Jesucristo, que
nos ama tanto. Y daremos testimonio de que, aunque somos pecadores, la Iglesia
es santa. Es la esposa de Jesús”.
Que en la fiesta de todos los Santos podamos recibir la
gracia de anhelar una vida de santidad, marcada por la humildad y la
misericordia.
P. Guillermo Inca Pereda OSJ
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