Al celebrar la Fiesta de la Epifanía, tenemos la
oportunidad de descubrir cómo ser mejores hombres hoy. Por eso seguimos la
estrella.
Esta fiesta tiene dos nombres: Epifanía o Manifestación del Señor. También se conoce como la
fiesta de los Reyes Magos, a los que
el Señor se manifestó.
No estudiamos aquí el fenómeno de la estrella. Tampoco la
personalidad de los Magos, sino su actitud. El hecho lo cuenta San Mateo.
Llegaron unos Magos a Jerusalén, preguntando por el nacido rey de los judíos,
pues habían visto su estrella en Oriente y venían a adorarlo.
Porque son diversas las actitudes de los hombres ante la
llamada de Dios. "Cuando un dedo señala una estrella, todos los tontos
sólo miran al dedo". Quizá la estrella fue visible en toda la región. Pero
muchos no levantaron la visita y no la vieron. Quizá muchos vieron la estrella,
pero no la siguieron. Quizá algunos la vieron y la siguieron, pero les faltó
constancia y desistieron.
Los Magos, en cambio, vieron la estrella, se pusieron en
marcha, se enfrentaron al simún del desierto, y llegaron hasta el final.
"No se pusieron en camino, dice San Juan Crisóstomo, porque hubieran visto
la estrella, sino que vieron la estrella porque se habían puesto en camino,
como premio a su generosa actitud".
La estrella se les ocultó por algún tiempo. Es la noche
oscura del alma. Pero ellos no cejaron en su empeño y la estrella les condujo
hasta Belén. El premio fue maravilloso: se encontraron con Dios. "Entraron
en la casa y vieron al Niño con María su madre, y postrándose, lo adoraron, y
abriendo sus tesoros le ofrecieron oro, incienso y mirra".
Fue una dura prueba. Pero el Señor les iluminó. Entraron y
adoraron. Creyeron y abrieron los tesoros de su generosidad: oro como a rey,
incienso como a Dios, mirra como a hombre. Le entregaron todo. Este fue su
mérito, "que Dios no mira tanto lo que le damos, cuanto lo que nos
reservamos para nosotros", dice San Ambrosio.
Creyeron que aquel pobre infante era el Mesías,
descubrieron en aquel niño desvalido al Dios Salvador. Superaron las pobres
apariencias, algo que pocos saben hacer.
"Siempre los buscadores de Dios se equivocan, no
porque se lo imaginen menor de lo que es, sino porque se lo imaginan más
inflado. Dios es grande, no inflado" (Martín Descalzo). Los hombres no
recibieron a Cristo, porque "esperaban un carabinero y vino un bebé"
(Bernanos). Pero "sólo el humilde es el verdadero", dice Jorge
Guillén.
Según la tradición más frecuente, fueron tres los Reyes
Magos, y se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Herodes les había rogado con
mala intención que volvieran a él, pero "volvieron a su tierra por otro
camino". Fulton Sheen aclara: "Nadie que alguna vez se encuentre con
Cristo con buena voluntad, volverá por el mismo camino por el que llegó".
La lección de los Magos es válida siempre. Nos enseñan
alteza de miras para ver la estrella, intrepidez para seguirla y constancia
para llegar hasta el fin. "¿Por qué hay hombres, escribe Karl Rhaner,
parecidos a los escribas de Jerusalén que conociendo el camino no lo emprenden?
¡Deja todos esos calculadores y sigue la estrella que brilla en tu
corazón!".
Fuente: encuentra.com
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