14-01-2014 Radio Vaticana
(RV).- (Escuchar audio) Cuatro modelos de creyentes, para reflexionar sobre el verdadero
testimonio del cristiano. En la Misa matutina celebrada en la Capilla de la
Casa de Santa Marta, el Papa Francisco
se inspiró en las figuras presentes en las Lecturas del día para subrayar que
la novedad que trajo Jesús es el amor de Dios por cada uno de nosotros. Y puso
en guardia ante las actitudes hipócritas o legalistas que alejan a la gente de
la fe.
Francisco se detuvo en su homilía en los
cuatro modelos de creyentes: Jesús, los escribas, el sacerdote Elí y sus dos
hijos, también ellos sacerdotes. Al respecto observó que el Evangelio nos dice
cuál era “la actitud de Jesús en su catequesis”, a saber, que “enseñaba como
uno que tiene autoridad y no como los escribas”. Y afirmó que estos últimos
“enseñaban, predicaban, pero ligaban a la gente con tantas cosas pesadas sobre
sus hombros, y la pobre gente no podía ir adelante”:
“Y Jesús mismo dice que ellos no movían estas cosas ni
siquiera con un dedo, ¿no? Y después dirá a la gente: ‘¡Hagan lo que dicen pero
no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos escribas, estos
fariseos, es como si bastonearan a la gente, ¿no? ‘Deben hacer esto, esto y
esto’, a la pobre gente… Y Jesús dijo: ‘Pero, así ustedes cierran –¡lo dice a
ellos!– la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejan entrar, y ni siquiera
ustedes entran!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar
testimonio de la propia fe… Y así, cuántos hay que piensan que la fe sea algo
así…”.
En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel –prosiguió el Papa– encontramos la figura de Elí, “un pobre sacerdote, débil,
tibio” que “dejaba hacer tantas cosas feas a sus hijos”. Elí estaba sentado
contra la jamba de la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora “que
rezaba a su modo, pidiendo un hijo”. Esta mujer –afirmó el Santo Padre–
“rezaba como reza la gente humilde: simplemente, pero desde el corazón, con
angustia”. Ana “movía los labios”, como hacen “tantas mujeres buenas en
nuestras iglesias, en nuestros santuarios”. Oraba así “y pedía un milagro”. Y
el anciano Elí la miraba y decía: “Pero, ¡ésta está borracha!” y “la
despreció”. Él – dijo Francisco – “era el representante de la fe, el dirigente
de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora”:
“Cuántas veces el pueblo de Dios no se siente querido por
aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos
cristianos, por los sacerdotes, por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no
entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien. Pero, ¿por
qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en su corazón todavía tenía
la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Ve en
paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. Salta a la vista
la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido dentro de su pereza… es
un tibio. Y después termina mal, pobrecito”.
Sus hijos –prosiguió diciendo el Papa– no se ven en
pasaje de la Primera Lectura, pero eran aquellos que administraban el Templo,
“eran bandidos”. “Eran sacerdotes, pero bandidos”. “Iban detrás del poder,
detrás del dinero –dijo Francisco– explotaban a la gente, se aprovechaban de
las limosnas, de los dones” y “el Señor los castiga fuertemente”. Y observó que
ésta “es la figura del cristiano corrupto”, “del laico corrupto, del sacerdote
corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de su situación, de su
privilegio de la fe, de ser cristiano” y “su corazón termina corrupto”, como
sucedió a Judas. De un corazón corrupto –añadió el Obispo de Roma– sale “la
traición”. Judas “traiciona a Jesús”. Los hijos de Elí son, por tanto, el
tercer modelo de creyente. Y, después, está el cuarto, Jesús. Y de Él la gente
dice: “¡Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una enseñanza nueva!”
Pero ¿dónde está la novedad?, se preguntó el Papa Francisco. Es “el poder de la
santidad, la novedad de Jesús es que consigo trae la Palabra de Dios, el
mensaje de Dios, es decir el amor de Dios por cada uno de nosotros”. Jesús –reafirmó el Pontífice– “acerca a la gente a Dios y para hacerlo se acerca Él:
está cerca de los pecadores”. Jesús perdona a la adúltera, “habla de teología
con la Samaritana, que no era un angelito”. Jesús “busca el corazón de las
personas, Jesús se acerca al corazón de las personas. A Jesús sólo le interesa
la persona, y Dios”. Jesús “quiere que la gente se acerque, que lo busque y se
siente conmovido cuando la ve como ovejas sin pastor”. Y toda esta actitud “es
aquella de la que la gente dice: ‘¡Pero, ésta es una enseñanza nueva!’”. No –observó el Papa–, “no es nueva la enseñanza: es el modo de hacerla, nueva. Es
la transparencia evangélica”:
“Pidamos al Señor que estas dos Lecturas nos ayuden en
nuestra vida de cristianos: a todos. Cada uno en su puesto. A no ser puros
legalistas, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos
como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese
fervor de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con este
decirle: ‘¡Pero si yo hago esto tan pequeño, piensa cómo te amo yo, cómo es tu
Padre!’. Ésta es la enseñanza nueva que Dios pide de nosotros. Pidamos esta
gracia”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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