7 de julio, 2013 (romereports.com) Fue madre de siete hijos y fundadora de una congregación religiosa en siglo XIX dedicada a rescatar de la pobreza y la prostitución a cientos de niñas.
La beata Rafaela Ybarra nació en 1843 pertenecía a una familia rica de Bilbao, España, y sintió la necesidad de ayudar a las jóvenes que caían en la explotación al emigrar en busca de una vida mejor.
Madre Mª Jesús Hernando
Congregación Ángeles Custodios
“Chiquitas de 14, 16 años que son las que acuden en esas circunstancias a Bilbao y ella empieza a trabajar con ellas. Busca un piso donde recogerlas y los fines de semana, trabajar un poco con ellas. Y ver un 'poquitín' la forma de buscarles formación, de buscarles un centro donde puedan ellas formarse y prepararse para el futuro”.
Ese compromiso la llevó a fundar en 1894 la Congregación de los Ángeles Custodios, para hacer de madres y educadoras de esas jóvenes sin recursos. Ahora, junto con la Fundación Rafaela Ybarra, promueven hogares y residencias donde se les ofrece formación y capacitación laboral y rescatan a niños de la exclusión social gracias a la colaboración de familias que apadrinan a los pequeños que cuidan.
Madre Mª Jesús Hernando
Congregación Ángeles Custodios
“En Brasil, son niños que recogen, a veces nos han llevado niños de meses, que recogen de la basura. Otras veces, cuando en las 'favelas' hay tiroteos y llevan a la gente presa, pues todos esos niños desamparados nos los llevan. Después de que las hermanas los llevan adelante y les ayuden a salir en esa situación de anemias y demás, los suelen dar en adopción”.
Tienen escuelas y universidades en España y América Latina, en lugares donde otros no quieren estar.
Madre Mª Jesús Hernando
Congregación Ángeles Custodios
“Tenemos colegio en algunos lugares marginales, por ejemplo en Argentina, en el barrio de San Rafael. Es un barrio totalmente marginal, lo llamaban el 'barrio de la puñalada'. El único centro de educación es el nuestro”.
Rafaela Ybarra nunca dejó de trabajar por estas jóvenes, pero no por ello olvidó que ante todo era madre y abuela. Murió en el año 1900. 84 años después fue beatificada por Juan Pablo II. Ahora su ejemplo anima a estas religiosas a seguir trabajando en las “periferias” del mundo.
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