Día litúrgico: Lunes V (C) de Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn 8,12-20): En aquel tiempo,
Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el
que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida».
Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no
vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio
vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de
dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a
nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y
el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos
personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que
me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí».
Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió
Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí,
conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro,
mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado
su hora.
Comentario: Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España).
Yo soy la luz del mundo
Hoy, Jesús nos da una definición de Él mismo, que llena de
sentido la vida de quienes, a pesar de nuestras deficiencias, le queremos
seguir: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). La persona de Jesús, sus
enseñanzas, sus ejemplos de vida son luz que ilumina toda nuestra existencia,
tanto en las horas buenas, como en las de sufrimiento o contradicción.
¿Qué quiere decir esto? Pues que en cualquier
circunstancia en que nos encontremos, ya sea de trabajo, de relación con los
otros, en nuestra relación ante Dios, ante las alegrías o las penas... podemos
pensar: —¿Qué hizo Jesús en una situación semejante?; siempre podemos buscar en
el Evangelio y responder: —¡Pues esto mismo haré yo! Precisamente, Juan Pablo
II incorporó en el Santo Rosario —el “compendio del Evangelio”, como él mismo
recuerda— los misterios de la vida pública de Jesús, y los ha denominado
“misterios de la luz”. Así, dice el Papa: «Él es quien, declarado Hijo
predilecto del Padre en el Bautismo del Jordán, anuncia la llegada del Reino,
dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias».
Jesús es luz; quien le siga «no caminará en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12). Como discípulos suyos, el Señor
nos invita también a ser luz para el mundo; a llevar la luz de la esperanza en
medio de las violencias, desconfianzas y miedos de nuestros hermanos; a llevar
la luz de la fe en medio de las oscuridades, dudas e interrogantes; a llevar la
luz del amor en medio de tanta mentira, rencor y apasionamiento como vemos a
nuestro alrededor.
El Papa señala como telón de fondo de todos los misterios
de luz, las palabras de María en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga»
(Jn 2,5): éste es el camino para que Jesús sea luz del mundo y para que
nosotros iluminemos con esta misma luz.
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