El beso de Judas. Pintor: Giotto |
Hablar mal de alguien equivale a venderlo. Como hizo
Judas, que vendió a Jesús por treinta denarios. Y precisamente partiendo del
pasaje del Evangelio de Mateo que anuncia la traición de Judas Iscariote, en la
breve homilía de la misa celebrada el miércoles 27 de marzo en la capilla de la
«Domus Sanctae Marthae», el Papa Francisco puso en guardia ante el chisme. Con
una invitación explícita: «Nunca hablar mal de otras personas».
En la celebración estaban presentes, como ya es costumbre,
algunos empleados del Vaticano, entre ellos un grupo de la Limosnería
apostólica y otro del Servicio de teléfonos vaticanos, acompañados
respectivamente por el limosnero de Su Santidad, arzobispo Guido Pozzo, y por
el director de Telecomunicaciones, padre Fernando Vérgez Alzaga, que
concelebraron.
El Papa quiso hacer una reflexión sobre el gesto realizado
por Judas, uno de los amigos de Jesús, que no duda en venderlo a los jefes de
los sacerdotes. «Jesús es como una mercancía: es vendido. Es vendido en aquel
momento -subrayó- y muchas veces también en el mercado de la historia, en el
mercado de la vida, en el mercado de nuestra vida. Cuando nosotros optamos por
los treinta denarios, dejamos a Jesús de lado».
Cuando hablar se convierte en habladuría, murmuración,
-según el Papa- «esto es una venta» y la persona que está en el centro de
nuestra murmuración «se convierte en una mercancía. No sé por qué -dijo el
Pontífice- pero existe una alegría oscura en el chisme». Se comienza con
palabras buenas, «pero luego viene la murmuración. Y se empieza a despellejar
al otro». Deberíamos pensar que cada vez que nos comportamos así, «hacemos la
misma cosa que hizo Judas», que cuando fue a los jefes de los sacerdotes para
vender a Jesús, tenía el corazón cerrado, no tenía comprensión, no tenía amor,
no tenía amistad.
Así, el Papa Francisco volvió a uno de los temas que él
más quiere, el del perdón: «Pensemos y pidamos perdón», porque aquello que
hacemos al otro, al amigo, «lo hacemos a Jesús. Porque Jesús está en ese
amigo». Y si nos damos cuenta de que nuestro hablar puede hacer mal a alguien,
«recemos al Señor, hablemos con el Señor de esto, por el bien del otro: Señor,
ayúdale». No debo ser yo -concluyó- quien «haga justicia con mi lengua. Pidamos
esta gracia al Señor».
Al término de la celebración el Santo Padre se recogió en
oración al fondo de la capilla. Después esperó a todos los presentes a la
salida, para saludar a cada uno: para todos, una palabra, una sonrisa, un
aliento y una felicitación por la inminente Pascua.
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