Hoy en día, la cultura actual, profundamente marcada por
un subjetivismo que desemboca muchas veces en el individualismo extremo o en el
relativismo, impulsa a los hombres a convertirse en única medida de sí mismos,
perdiendo de vista otros objetivos que no estén centrados en su propio yo,
transformado en único criterio de valoración de la realidad.
De este modo, el hombre tiende a replegarse cada vez más
en sí mismo, a encerrarse en un microcosmos existencial asfixiante, en el que
ya no tienen cabida los grandes ideales, abiertos a la trascendencia, a Dios.
En cambio, el hombre que no se deja encerrar en los estrechos límites de su
propio egoísmo es capaz de una mirada auténtica hacia los demás y hacia la
creación.
—Con esa mirada, el hombre toma conciencia de su
característica esencial de criatura en continuo devenir, llamada a un
crecimiento armonioso en todas sus dimensiones, comenzando precisamente por su
propia interioridad, para llegar a la realización plena del proyecto que el
Creador ha grabado en su ser más profundo.
Fuente: master·evangeli.net
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