Hoy, centramos nuestra atención en la imagen de Jesús
según el cuarto Evangelio. En el "Jesús de los sinópticos" (primeras
tres semanas de Cuaresma) el misterio de su unidad con el Padre está siempre
presente y lo determina todo, pero permanece oculto bajo su humanidad. De esto
se percataron progresivamente (también de forma inesperada en algunos momentos)
sus discípulos y sus adversarios.
En el Evangelio según san Juan —donde no oímos parábolas
sino grandes sermones centrados en imágenes, y donde el escenario principal de
la actuación del Señor se ha trasladado de Galilea a Jerusalén— la divinidad de
Jesús aparece sin tapujos. Sus disputas con las autoridades judías del Templo
constituyen ya en su conjunto, por así decirlo, el futuro proceso de Jesús ante
el Sanedrín, un episodio éste que Juan, contrariamente a los sinópticos, ya no
lo considera después como un juicio propiamente dicho.
—Jesús, Tú nos das a conocer a Dios porque eres el Hijo Unigénito
que está en el "corazón" del Padre (cf. Jn 1,18).
Fuente: master·evangeli.net
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