MADRID, sábado 20 de agosto de 2011. Se sentaron alrededor de la misma mesa: el Papa rodeado por 12 jóvenes, en representación de los cinco continentes, y dos chicos en nombre de España, el país que hospeda a la JMJ.
“Los doce jóvenes eran todos voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud, y fueron sorteados, no hubo ningún 'enchufe'”, explicó sonriendo ayer, durante la rueda de prensa convocada en el Palacio de Congresos de Madrid.
No sólo en la comida: también se sortearon los tres jóvenes que hoy por la mañana se confiesan con el Papa, en el Parque del Retiro.
Un episodio simpático, explicó Lombardi, fue el del joven francés Olivier Richard, casado hace apenas dos meses, que obtuvo así poder llevar consigo a su esposa Alexandra, para saludar al Papa al final de la comida.
"Nos habló de las nuevas tecnologías, de Facebook, y nos dijo que la Iglesia comunica desde hace dos mil años y hoy debe estar presente también en el ágora virtual, usando para el anuncio del Evangelio también estos instrumentos nuevos”, explicó el joven.
"Todos los doce comensales hablaron con el Papa, contando los sentimientos y emociones que están viviendo al participar en la JMJ, llevando también los de todos los jóvenes del país a los que representaban", añadió el padre Lombardi. "El Papa escuchó a cada uno de ellos, y privilegió la escucha más que la palabra”.
Juan Carlos Piedra Calderón, de 33 años, ecuatoriano, fue el más anciano del grupo. “Hablamos con el Papa en italiano, inglés, español y francés", dijo. "Conté a Benedicto XVI la situación de los jóvenes en América Latina, le expliqué que buscan aún a Jesucristo, aunque hay muchas dificultades. El Papa me prometió oraciones por los jóvenes latinoamericanos y me dijo que apreciaba el análisis que había hecho".
El menudo fue ligero: "Verduras y legumbres, pescado, un helado. Pero yo casi no comí nada, porque estaba muy emocionada”, reveló Aurora Maria Almagro, española de 21 años, procedente de Murcia. “El Papa – añadió – hizo de todo para hacernos sentir a gusto".
Un recuerdo imborrable -para explicar a los nietos- y una tremenda responsabilidad, para estos simbólicos 12 nuevos apóstoles de Cristo.
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