No se sabe mucho de este monje de origen irlandés; era un asceta del S.VII, del que una única fuente –el “Martirologio Jeronimiano” no anterior al siglo X- lo menciona como posible Obispo y Confesor, festejando el 30 de agosto como su día de nacimiento a la casa del Padre, fecha asignada mucho más tarde también por el “Martirologio Romano” pero recordándolo sólo como Confesor. El “Martirologio Irlandés” lo ignora por completo; siendo el “Martirologio di Gorman”, cerca del 1170, el primero en recordarlo.
En vida del Obispo Farone de Meaux, muerto en el año 670, se cuenta que éste le donó a un hombre llamado Fefrus (nuestro futuro san Fiacrio) un terreno en la zona de Breuil. Fiacrio construye allí un monasterio.
Como suele suceder con los hombres de Dios, su fama de santidad se extendió por las zonas aledañas, y más allá también, por lo que muchos peregrinos iban a visitarlo y pedir su consejo. Nuestro santo deseando atender adecuadamente a todos esos visitantes decidió construir un lugar que sirviera para atender a los peregrinos por un tiempo limitado, este tipo de casas eran llamadas hospitales, por la hospitalidad con que se cuidaba a los peregrinos, allí no sólo descansaban del viaje sino que eran curados de cualquier enfermedad o herida que pudieran tener.
Para poder cumplir mejor esta labor, Fiacrio pidió al obispo que le concediera más terreno donde plantaría un huerto y así alimentar con sus frutos a los que acudían, el obispo aceptó y sólo le puso como condición que el tamaño del terreno sería aquel que él pudiera demarcar por un foso cavado en un día, tarea que el asceta llevó a cabo y en el solar resultante creó un vergel donde cultivar legumbres para los pobres, plantas medicinales para los enfermos y flores para el oratorio, por ello posteriormente sería designado como el patrono de los horticultores.
Con el tiempo, junto a este lugar nació una pequeña ciudad a la que se llamó Saint Fiacrio-en-Brie, en homenaje a nuestro santo.
A su muerte, sus reliquias pasaron en 1568 a conservarse en la Catedral de Meaux, en donde aún estarían.
Los enfermos acudían a su tumba para que se curasen de la enfermedad que se llamaba por aquellos años “la enfermedad de San Fiacro” (afecciones intestinales y hemorroides). En 1637, la reina Ana de Austria fue a su tumba para pedirle un hijo varón. Al año siguiente dio a luz al futuro Luis XIV.
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