Al llegar Ponciano a la Cátedra de Pedro en el año 230, encontró a la Iglesia dividida por un cisma, cuyo autor era el sacerdote Hipólito, que se había erigido en jefe de una comunidad disidente. El año 235 estalló la persecución de Maximiano y el emperador mandó que arrestasen a los dos obispos y les condenó a trabajos forzados. Entonces, Ponciano e Hipólito renunciaron a su cargo. Deportados a Cerdeña, se unieron en una misma confesión de fe, y no tardaron en encontrar la muerte. Después de la persecución, el papa Fabián (236-250) pudo llevar a Roma los cuerpos de ambos mártires.
Si profundizáis en los enlaces (links) ofrecidos, os daréis cuenta de la riqueza de la 'tradición', de la Iglesia católica. El cristiano tiene la obligación moral de profundizar en lo que 'ama', y la recompensa está garantizada: Nuestra fe reafirmada.
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