Lectura del santo evangelio según san Lucas
14,12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los
principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena,
no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des
un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no
pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Dejaos guiar por la humildad
Filipos es la primera Iglesia fundada por Pablo en
el continente europeo. Fue evangelizada por el Apóstol en el 50 d. C durante su
segundo viaje misionero. El primer encuentro con la comunidad sucedió el sábado
y solo acudieron mujeres, de entre ellas Lidia que ofreció su casa y su
hospitalidad a los misioneros. La comunicación de Pablo con la comunidad de
Filipos fue muy estrecha: recibió dinero y a sus enviados que le asistieron
mientras estaba encarcelado (Flp 1,7.13.17) y deseó regresar a la ciudad en
persona para poder visitarlos.
La Carta a los Filipenses nos transmite la imagen
de una comunidad en quien Pablo tiene toda su confianza y de quién se sentía
amado. Su exhortación deja en sus destinatarios un sentimiento de amistad,
haciendo vibrar su corazón al unísono con el de sus interlocutores, superando
las distancias y rompiendo todo tipo de cadenas que le aprisionan. Solo así se
alcanza la libertad, la alegría del Espíritu.
Una comunidad unida, nos dice Pablo, es aquella que
pone el amor en el centro de sus relaciones con Dios y con los hermanos y
hermanas. Que se deja guiar por el Espíritu en esa búsqueda común de lo que
Cristo quiere para sus seguidores. Y como fundamento y base de esa comunión
están la misericordia y la humildad. Cuando la vanagloria o la ambición
enturbian nuestras relaciones fraternas, la alegría se aleja de nosotros; sin
embargo, cuando el discípulo, la discípula de Jesús busca el bien del otro, lo
antepone a intereses personales y actúa como si los demás fueran una opción
prioritaria en su vida; se produce esa transformación interior que alegra el
corazón del ser humano. ¿Somos personas humildes y misericordiosas?
Dichoso tú, porque no pueden pagarte
La lectura que el Evangelio nos propone hoy forma
parte de un contexto en torno a un banquete al que Jesús ha sido invitado. Una
curación y una serie de enseñanzas sobre el lugar a ocupar en la mesa y la
elección de los invitados, van a poner de manifiesto los valores que tienen que
asumir aquellos que quieran participar en el banquete del Reino de Dios.
Un sábado, Jesús es invitado a comer a casa de un
fariseo junto con otros doctores de la Ley. Lucas ya nos ha advertido en más de
una ocasión que los asistentes conocían la actuación de Jesús y no tenían
buenas intenciones, más bien querían ponerlo a prueba. Después de curar a un
enfermo y dejarles sin palabra, Jesús se dirige a los invitados con una
parábola sobre cómo entender los primeros puestos en el Reino.
Ahora la atención se dirige a aquel que había
invitado a Jesús para expresar quienes son los principales comensales en el
banquete de Jesús. Su propuesta es una comensalidad abierta a todos, pero
especialmente a los pobres, a los excluidos, a los marginados… a todos aquellos
que no pueden responderte, ni pagarte con una moneda común, sino con la moneda
de la solidaridad, la fraternidad y la comunión. Jesús se dirige al anfitrión
de nuestro texto para recomendarle que no invite a los que pueden
corresponderle con una comida semejante, sino que para ser dichoso y feliz en
esta vida y en la “resurrección de los justos” hay que poner en práctica la
generosidad, la invitación gratuita, sin paga ni correspondencia. Jesús es
nuestro don y recompensa, y nuestros hermanos más pobres nuestra riqueza,
responsabilidad y gracia de Dios para nosotros y nosotras. ¿A quiénes
invitamos a nuestra mesa?
Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo
Congregación de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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