Un
sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y
ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos,
les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el
puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y
vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a
éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés,
cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga
el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces
quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece
será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Reflexión
del Evangelio de hoy
Para mí
la vida es Cristo
Una
lectura en la que deberíamos profundizar más a menudo, en estos tiempos que nos
tocan vivir.
Meternos
dentro de Pablo y sentir como él. Vivir el Evangelio como lo vivó él.
Pablo no
es ningún hipócrita, pone el Evangelio lo primero, nada hay más importante.
Él, a
pesar de estar en la cárcel, no pierde su alegría ni sus ganas de dar la Vida
por Cristo. Él da su vida sin condiciones, con la más plena libertad, no hay
cadenas que le impidan predicar a Cristo, y esa valentía y fuerza la contagia a
la comunidad de los Filipenses. No hay miedo, su oración le hace más fuerte.
En
nuestra vida tenemos muchos momentos de desánimo, de luchas, de tristezas, de
miedos, indecisiones, huidas. No nos hace falta estar en prisión para perder
nuestra fe, para hacerla débil. La cobardía, los miedos, la vergüenza se nos
apodera.
La vida
de Pablo consistía en Vivir a Cristo, ser del todo por Él y para Él, no solo
vivía para Él, Cristo era todo en Él, Vivía en Cristo en cualquier situación ,
sin importarle nada más.
Fue
apresado por su religión. ¡Cuántos hoy viven presos por lo mismo y son grandes
testimonios de la Alegría de Cristo. Si, puede parecer un poco extraño decir la
palabra alegría, pero para ellos es su fuerza, viven la Alegría del Evangelio
hasta dar Su Vida sin importarles nada más, no tiene miedo, ni vergüenza a
anunciarlo a ser fieles, porque el Amor de Cristo esta en ellos.
Pablo
confiaba en su liberación, no en la liberación de la cárcel, quizás se refiera
más a la liberación de su interior, de sentirse libre, sin cadenas, sin miedos,
no se siente avergonzado.
Y piensa
que morir por Cristo es ganar, aunque le surge una pequeña división: por una
parte quiere morir por Cristo para esta ya siempre con él, pero por otra parte
quiere quedarse para ayudar a otros a ser fuertes en su fe. Y escoge quedarse,
buena elección ya que tan necesaria es, como hoy en nuestros días es necesaria
tener muchos Pablos que nos lleven a Cristo, que nos adentren en su Amor, que
nos llene de fuerza y valentía.
¿Cómo
vivimos hoy nuestra fe? ¿Nos sentimos avergonzados de seguir a Cristo? ¿El
evangelio está en primer lugar en nuestras vidas? ¿O por el contrario nos
dejamos llevar por nuestro mundo de hoy y por tantas cosas que nos ofrece y nos
separa de Él?. Anteponemos otras alegrías a su Alegría.
¿Cómo es
nuestra Predicación?
El que se
humilla será enaltecido
Mejor
evangelio no cabía en este día. Nos habla de la humildad, dejar los puestos
altos y quedarnos con los más bajos, con lo sencillo.
Pero
siempre queremos los puestos mejores, aquellos que nos hagan protagonistas de
todo, ser los mejores. No esperamos a que nadie nos invite, nos ofrezca algo,
mejor nos adelantamos.
Lucas hoy
nos da una gran lección sobre la humildad. Y en el Lucas en Magníficat así nos
lo proclama, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” Lc
1, 52.
Pero
pasar a un segundo lugar, ser el último es una situación un tanto humillante,
vergonzosa y no podemos permitírnoslo. Los orgullosos, los soberbios de corazón
son los que buscan esos primeros puestos, alardeando de lo que no son y no
saben y se creen saber.
Jesús no
vino a ser el primero, todo lo contrario, nació pobre, sin techo donde
cobijarse, creció siendo uno más, ocupó el lugar de la gente humilde.
Deberíamos aprender de Jesús, de su humildad, de su vida, y no pretender los
primeros puestos. Aprender a convivir con los demás, siendo uno con ellos, no
querer entrar en competencia del tener o ser más que el otro. A los ojos de
Dios todos somos iguales. Nunca despreciar a los demás sino acercarnos y sentir
sus necesidades, sus dolores, sus tristezas como nuestras, tenderles una mano,
abrirles nuestro corazón, sentirnos cercanos. Nos queda mucho que aprender de
la humildad y Cristo es nuestro ejemplo en humildad, por eso debemos
esforzarnos en querer imitar a Jesús, con él nos dijo, ”aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón”.
Pero
Jesús nos deja también otros ejemplos de gran humildad, nos da personas
maravillosas grandes en sencillez y humildad, como el día que hoy celebramos a
nuestro Santo Martín de Porres. Como decía al principio no cabe mejor evangelio
en este gran día, en el que Martín también nos da un gran ejemplo de humildad.
Nuestro
pequeño gran santo era grande en humildad, en amor a los demás sin desear ser
más, si no ser el más pequeño. Martín siempre al servicio de los demás, amando
a Dios y a los pobres. Martín sintió compasión y esperanza a pesar de todo, sin
guardar ni odio ni rencor a quienes se creían más, simplemente ofrecía su
sonrisa y se fue llenando del Amor de Dios que repartió a los demás. Supo ser
Hermano de todos. Aprendamos también de su entrega incondicional a Dios
siguiendo los pasos de Jesús. De su Gran Humildad.
Feliz día
de San Martín para todos.
Monasterio Sta. María la Real -
MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)
Bormujos (Sevilla)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/3-11-2018/
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