jueves, 5 de abril de 2018

Evangelio del día, Semana de la Octava de Pascua (05-04-2018)


Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos
La gente, después de la curación de paralítico seguía asombrada y se agolpaba en torno a Pedro y Juan, a quienes atribuían la sanación de ese hombre. Pedro, en primer lugar, les saca de dudas y les dice claramente que no son ellos lo que han devuelto la salud al paralítico, sino su Maestro y Señor, Jesús de Nazaret.
Y dado que Pedro, ante lo ocurrido, estaba en buena posición para ser escuchado, recuerda algunas verdades a sus oyentes. No tiene ningún miedo en decirles que fueron ellos los que de manera injusta, “entregasteis, rechazasteis y matasteis” a Jesús, al que Dios “le resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos”. Siguiendo en la línea de la verdad, Pedro  reconoce que lo hicieron por ignorancia: “Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo”. Ante estos hechos, Pedro les exhorta a darse cuenta de lo que han hecho y arrepentirse de “vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado”.
Sabían bien que era el Señor
Aunque Jesús había explicado a sus apóstoles con claridad que tenía que padecer, morir y resucitar al tercer día, no acababan de entenderlo. Y cuando sucedió, sobre todo lo de su resurrección, no eran capaces de asimilarlo y de creérselo. “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?”. Pero Jesús, como siempre, les insistió de una manera y de otra para que acabaran de aceptar esta sublime verdad. Y les muestra sus manos, sus pies y les pide comida, y les indica el lugar para llenar la red de peces, para que le reconozcan resucitado.
Jesús tuvo sumo y especial cuidado de convencer a sus apóstoles que había resucitado, que su final no terminó en la cruz del Calvario, que realmente su Padre Dios le había devuelto la vida al tercer día. Así también podían creer en la verdad de su promesa de que también ellos iban a resucitar después de morir. “Yo soy la resurrección y la vida el que cree en mí, aunque muera vivirá y vivirá para siempre”. Lo de Jesús, seguir a Jesús, es para esta vida y para la otra, donde disfrutaremos de la plenitud del amor y de la felicidad para toda una eternidad. Nos espera un glorioso destino.

Fray Manuel Santos Sánchez
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario