viernes, 13 de abril de 2018

Caso Barros: El Papa pide perdón “todos aquellos a los que ofendió”


Carta a los obispos de Chile, tras el informe de Mons. Scicluna
(ZENIT – 11 abril 2018).- “Pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”, dice el Papa Francisco tras recibir el informe de Mons. Charles J. Scicluna, Arzobispo de Malta, sobre el caso del Obispo Juan de la Cruz Barros Madrid, Obispo de Osorno, Chile.
El Santo Padre envió ayer, 11 de abril de 2018, una carta a los prelados chilenos, tras el informe de Mons. Charles J. Scicluna, Arzobispo de Malta, y “promotor de justicia” de la Congregación para la Doctrina de la Fe. (Leer la carta completa)
“Dolor y vergüenza”

El Pontífice escribe: “Creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”.
“En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente –admite el Papa en la carta— que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada.
“Miremos a Cristo”
“Estos días, miremos a Cristo” –pide el Pastor de la Iglesia–. “Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir”.
Continúa el Obispo de Roma en el documento: “Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia”.
El Papa asegura su oración y quiere compartir con los Obispos de Chile “la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena”.
Mons. Scicluna y Rev. Bertomeu Farnós
El Santo Padre –tras haber leído los últimos documentos que completan el informe– con un total de más de 2.300 folios, agradece a los dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018: Mons. Charles Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, su “ingente labor” de escucha “serena y empática” de los 64 testimonios, tanto en Nueva York como en Santiago de Chile.
El Papa reconoce haberlos enviado a “escuchar desde el corazón y con humildad”.
Mons. Karadima, condenado por el Vaticano en 2011
Mons. Charles Scicluna fue enviado a Chile por el Papa Francisco para recibir los testimonios que implican al Obispo Juan de la Cruz Barros Madrid, obispo de Osorno, renegado por parte de su diócesis: es acusado por algunos de haber cerrado los ojos, siendo un joven seminarista, sobre las acciones del hombre que era entonces el padre Karadima.
Mons. Juan Barros Madrid, nombrado obispo de Osorno en 2015, fue acusado de haber tenido conocimiento del abuso sexual de su antiguo mentor, Fernando Karadima, mientras era seminarista. El Obispo Karadima fue condenado por abuso sexual y psicológico por el Vaticano en 2011, y sentenciado a retirarse a un monasterio para una vida de “oración y penitencia”, sin ninguna misión pastoral, mientras que los hechos fueron prescritos para el Justicia chilena.
“Mi expresión no fue apropiada”
Esta no es la primera vez que Francisco se disculpa: En el vuelo papal, de regreso del viaje a Chile y a Perú, el pasado mes de enero de 2018, el Papa se disculpó con las víctimas de abuso sexual: “En Iquique, respondí una pregunta de un periodista sobre el Obispo Barros. Usé el término `prueba´ y dije: `El día que tenga pruebas, hablaré´. Desafortunadamente, sé que muchas personas que son abusadas no pueden mostrar evidencia, no la tienen y no pueden tenerla, o si lo hacen, están avergonzadas… Tengo que disculparme porque la palabra “prueba” me dolió, mi expresión no fue apropiada. Presento mis disculpas si he hecho daño sin darme cuenta, sin querer, me duele mucho… Es por eso que ya no quiero usar el término “pruebas”.

Carta del Papa Francisco a los obispos de Chile
A los Señores Obispos de Chile. 
Queridos hermanos en el episcopado: 
La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido. 
A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos “palacios de invierno”, el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20). 
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia. 
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia. 
El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Mons. Scicluna y el Rev. Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían. 
Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes. 
Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza. 
Teniendo en cuenta todo esto les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia. 
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al Secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades. 
En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas. 
Permaneced en mí (Jn 15,4): estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir. 
A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar por mí. 
Vaticano, 8 de abril de 2018 
FRANCISCO 

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