Carta a los obispos de Chile, tras el informe de Mons. Scicluna
(ZENIT – 11 abril 2018).- “Pido
perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente,
en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las
personas entrevistadas”, dice el Papa Francisco tras recibir el informe
de Mons. Charles J.
Scicluna, Arzobispo de Malta, sobre el caso del Obispo Juan de la
Cruz Barros Madrid, Obispo de Osorno, Chile.
El Santo Padre envió ayer, 11 de abril de 2018, una carta a
los prelados chilenos, tras el informe de Mons. Charles J.
Scicluna, Arzobispo de Malta, y “promotor de justicia” de la
Congregación para la Doctrina de la Fe. (Leer la carta
completa)
“Dolor y vergüenza”
El Pontífice escribe: “Creo poder afirmar que todos los testimonios
recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de
muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”.
“En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente
–admite el Papa en la carta—
que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la
situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada.
“Miremos a Cristo”
“Estos días, miremos a Cristo” –pide el Pastor de la Iglesia–. “Miremos
su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso
con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y
dejémonos convertir”.
Continúa el Obispo de Roma en el documento: “Hoy les quiero hablar no de
seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la
alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia”.
El Papa asegura su oración y quiere compartir con los Obispos de Chile
“la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para
restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y
pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la
sociedad chilena”.
Mons. Scicluna y Rev. Bertomeu Farnós
El Santo Padre –tras haber leído los últimos documentos que completan el
informe– con un total de más de 2.300 folios, agradece a los dos enviados
especiales a Chile el 20 de marzo de 2018: Mons. Charles Scicluna,
Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, su “ingente labor” de escucha “serena y empática” de
los 64 testimonios, tanto en Nueva York como en Santiago de Chile.
El Papa reconoce haberlos enviado a “escuchar desde el corazón y con humildad”.
Mons. Karadima, condenado por el Vaticano en 2011
Mons. Charles
Scicluna fue enviado a Chile por el Papa Francisco para recibir
los testimonios que implican al Obispo Juan de la Cruz Barros Madrid, obispo de
Osorno, renegado por parte de su diócesis: es acusado por algunos de haber
cerrado los ojos, siendo un joven seminarista, sobre las acciones del hombre
que era entonces el padre Karadima.
Mons. Juan Barros Madrid, nombrado obispo de Osorno en 2015, fue
acusado de haber tenido conocimiento del abuso sexual de su antiguo mentor,
Fernando Karadima, mientras era seminarista. El Obispo Karadima fue
condenado por abuso sexual y psicológico por el Vaticano en 2011, y
sentenciado a retirarse a un monasterio para una vida de “oración y
penitencia”, sin ninguna misión pastoral, mientras que los hechos fueron
prescritos para el Justicia chilena.
“Mi expresión no fue apropiada”
Esta no es la primera vez que Francisco se disculpa: En el vuelo papal,
de regreso del viaje a Chile y a Perú, el pasado mes de enero de 2018, el Papa se disculpó
con las víctimas de abuso sexual: “En Iquique, respondí una pregunta
de un periodista sobre el Obispo Barros. Usé el término `prueba´ y dije:
`El día que tenga pruebas, hablaré´. Desafortunadamente, sé que muchas
personas que son abusadas no pueden mostrar evidencia, no la tienen y no pueden
tenerla, o si lo hacen, están avergonzadas… Tengo que disculparme porque
la palabra “prueba” me dolió, mi expresión no fue apropiada. Presento mis
disculpas si he hecho daño sin darme cuenta, sin querer, me duele
mucho… Es por eso que ya no quiero usar el término “pruebas”.
Carta del Papa Francisco a los obispos de Chile
A los Señores Obispos de Chile.
Queridos hermanos en el episcopado:
La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que
completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el
20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a
escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes
la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para
restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y
pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la
sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en
este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta
reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario
interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el
Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro
orgullo herido.
A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo
flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos “palacios de invierno”, el
amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar
como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos
avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la
luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y
tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que
como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión
de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los
labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor
nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros
pecados y la acción de Su gracia.
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles
Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena
y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva
York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con
humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su
valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí
haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de
conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por
diversos consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que
se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.
El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como
pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un
encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Mons.
Scicluna y el Rev. Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes,
diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy
Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez,
respeto y amabilidad que sobrecogían.
Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido
testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras
ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado
durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de
convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero
agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su
profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los
ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.
Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”,
creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo
descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les
confieso que ello me causa dolor y vergüenza.
Teniendo en cuenta todo esto les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª
asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y
asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo
deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el
objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia.
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la
mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un
momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo
de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al
Secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.
En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente,
que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la
situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde
ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo
personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes
de las personas entrevistadas.
Permaneced en mí (Jn 15,4): estas palabras del Señor resuenan una y otra
vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad
que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a
injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos
prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir
en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también
sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que
nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos
en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus
gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que
han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos
convertir.
A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva
Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la
presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido
por favor que no dejen de rezar por mí.
Vaticano, 8 de abril de 2018
FRANCISCO
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