Lectura del santo evangelio según san
Marcos 16, 1-7
Pasado
el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas
para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al
salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
–
«¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»
Al
mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron
en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y
se asustaron. Él les dijo:
– «No
os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha
resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.
Ahora
id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea.
Allí lo veréis, como os dijo.»
Pautas para la homilía
Durante
la larga vigilia, el Espíritu de Jesús –su gran testigo- habrá moldeado nuestro
corazón como el alfarero la arcilla y habrá limpiado nuestros ojos para que
logremos reconocer al Resucitado en medio de la comunidad.
Al
igual que los dos discípulos desalentados que huían de Jerusalén a Emaús,
también nosotros compartiremos unos con otros nuestra profunda convicción
personal: “¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba la Escritura?” Y nuestros ojos le reconocerán “al partir
el pan”, en la Eucaristía, en la fracción del pan (Lc 24, 32-35). Tendremos un
corazón y una mirada nuevos. Como los discípulos de Emaús, nos diremos
convencidos unos a otros que “realmente ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón”. Y regresaremos de nuevo a la comunidad para esperar al
Espíritu.
La
celebración de la Eucaristía de la noche de Pascua es una oportunidad para que
la comunidad cristiana, dotada de una mirada nueva y con sus ojos bien
abiertos, sea capaz de descubrir a través de lo visible lo divino
invisible que –a juicio del zorro de El Principito- es lo esencial.
“Lo esencia –decía él- es invisible a los ojos”.
El sepulcro
vacío no es el lugar donde repose la muerte definitiva sino un lugar de
conquista, donde, al tercer día, la vida ha surgido airosa, y ha vencido
a la muerte. Juan, el amigo de Jesús, nos confiesa que él “vio el
sepulcro vacío y creyó” (Jn 20, 8).
En
esta noche celebramos el fracaso definitivo de la muerte porque “sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya
no tiene dominio sobre él”. Es verdad que las cruces y las muertes entristecen
y afean el paisaje de nuestro mundo, tanto que, a menudo, nos hace dudar del
fracaso de la muerte: pienso en los emigrantes que naufragan de sus sueños de
libertad, a pesar de luchar y esperar y que, sin embargo, mueren en su
angustia; pienso en las mujeres maltratadas; en los barrios marginados que la
sociedad oculta porque avergüenzan, claman justicia y están de luto… y tantas
otras muertes.
No
obstante, los creyentes en el Resucitado confesamos esta noche: “la muerte ha
sido vencida definitivamente. ¿Dónde, oh muerte, está tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (I Cor 15, 54).
La
comunidad cristiana está de fiesta esta noche, porque en el bautismo que ha
renovado “nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte […],
fuimos sepultados con él en la muerte […] para que así nosotros andemos en una
vida nueva”. La comunidad es consciente de que ha resucitado con Cristo y que
“nuestra vieja condición ha sido crucificada por Cristo […] Por tanto, -Pablo
asegura a los cristianos de Roma, en la epístola- si hemos muerto con
Cristo, creemos que también viviremos con él”.
Celebramos,
pues, la resurrección de la comunidad, su liberación pascual, su vida nueva. La
Eucaristía de esta noche es un sí a la Vida, porque eso es fiesta.
El envío del
Resucitado es – nos dijeron las amigas de Jesús- que vayamos a
Galilea, para ser sus testigos. Galilea es la ciudad con todo su trajín.
La
celebración de la Vigilia pascual nos ha revelado el contenido, el por qué de
nuestro saludo pascual, su sentido. ¡Que lo hagamos creíble, patente, a quienes
saludemos en estos días de pascua!
Fr. Luis Carlos
Bernal Llorente O.P.
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)
Casa de la Santísima Trinidad (Montevideo-Uruguay)
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/31-3-2018/pautas/
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