Lectura del santo evangelio según san
Lucas 15,1-3.11-32
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús
les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su
padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les
repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo
suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre
terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un
habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban
ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de
comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre
tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en
camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al
cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
Reflexión del Evangelio de hoy
Arrojará
a lo hondo del mar todos nuestros delitos
Este
fragmento se sitúa en la época de la vuelta del Destierro del pueblo de Israel.
El pueblo vuelve triste, abatido y necesita rehacer su vida. En este contexto
Miqueas hoy nos ofrece una oración humilde, llena de confianza en Dios,
suplicando a Dios que no abandone a su pueblo.
El
profeta nos muestra a un Dios misericordioso, que no tiene en cuenta nuestras
malas acciones. Un Dios fiel que no nos abandona en medio de la tribulación y
la tristeza. Así también nos lo presenta el salmista, un Dios misericordioso
que no nos trata como merecen nuestros pecados.
Al
igual que Miqueas invita a su pueblo a convertirse a Yahvé, también nosotros
debemos volvernos a Dios, llenos de confianza, sabiendo que Él “arroja
nuestros pecados a lo hondo del mar”
Este
hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado
Si
tuviéramos que elegir un pasaje que resumiera el Evangelio tal vez esta
parábola del Hijo pródigo sería la escogida. Lucas, en el personaje del Padre,
nos muestra cómo es el corazón de Dios y en las actitudes de los dos hijos
refleja cómo es el corazón del ser humano.
A
primera vista los dos hijos parecen totalmente distintos, pero al fondo tienen
muchas cosas en común, citaré dos de ellas. Una es que ambos necesitan
convertirse, los dos están alejados de Dios a causa de sus pecados, y otra es
que los dos necesitan sentirse los hijos amados de Dios.
El
hijo menor representa a todos aquellos que se han desviado del buen camino,
todos los que de alguna manera viven de espaldas a Dios, lejos de Su voluntad.
En la parábola vemos cómo llega el momento en que este hijo recapacita y se da
cuenta de que alejarse de su padre, de Dios, le ha traído mayor desdicha.
No es que él piense en su padre, en el daño que le haya podido hacer, sino que
es el hambre lo que le hace reaccionar, lo que le hace entrar dentro de
sí y reflexionar sobre su vida, lo que le hace emprender el viaje de vuelta,
aunque la verdadera conversión de este hijo llega cuando experimenta la
misericordia y el amor incondicional de su padre, de Dios, es decir, cuando se
siente el hijo amado de Dios.
¿A
quién no le ha ocurrido que en algún momento de su vida que un acontecimiento o
una persona o tal vez el vacío de vivir lejos de Dios, le ha hecho reflexionar,
abrirse a la gracia de Dios y volver de nuevo a la casa del Padre?
El
hijo mayor representa a los que están en la iglesia y cumplen las normas y las
órdenes de Dios, como si fuera su amo, pero su corazón está muy lejos de Él. No
han experimentado a Dios como Padre. Éste hijo es el cumplidor, el que, a pesar
de estar siempre en la casa del Padre, tiene aún mayor desdicha que el menor,
pues su soberbia y envidia impiden que la gracia de Dios actúe en él. Él mismo
se cierra a experimentar el amor y la misericordia de Dios, en definitiva, a
sentirse el hijo amado de Dios.
Todos,
de alguna manera, tenemos algo de estos dos hijos, pero a lo que estamos
llamados los cristianos es a ser como el Padre, misericordiosos con todos.
En
esta Cuaresma te invito a que hagas un viaje a tu interior, a lo más profundo
de tu corazón, sin miedo, y descubras qué tienes de hijo menor y qué de hijo
mayor, y sobre todo, ponte en camino para actuar como el padre de la parábola,
actuando con misericordia y perdón a todos, sin excepción.
MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/3-3-2018/
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