Lectura del santo evangelio según san Juan
11,45-57
En
aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que
había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les
contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos
convocaron el Sanedrín y dijeron: - «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos
signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos
destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo
sacerdote aquel año, les dijo: - «Vosotros no entendéis ni palabra; no
comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la
nación entera.»
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios
nos supera siempre
Hermoso
texto del Profeta Ezequiel, porque todo él rebosa del Amor, de la Bondad, de la
Misericordia y de la Providencia de Dios.
Texto
para tener presente a lo largo, no sólo de este tiempo de Cuaresma, sino
de toda nuestra vida, porque Dios quiere: «recogernos, reunirnos, llevarnos,
hacer, reinar, liberarnos, purificarnos, pastorearnos, morar con nosotros…» y, por
si fuera poco en estos siete versículos, por dos veces, nos dice: «ellos serán
mi pueblo y Yo seré su Dios.», «Yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo.»
Dios
nos tiene acostumbrados a su cercanía, a su bondad, a su misericordia… pero,
cuando nos ponemos a pensar en serio, desde la profundidad de nuestro silencio
interior que, Dios, el Eterno, (que no nos necesita para nada) está atento a
nuestras necesidades, nos mira con piedad, se anonada y se hace el último entre
nosotros…, quedamos impactados y, profundamente agradecidos.
Dios
nos supera siempre, pues como dice San Ireneo: «La misericordia, es lo propio
de Dios.» Y, en el capítulo 66 del “Diálogo sobre la Misericordia” leemos
que Dios dice a Santa Catalina: «La Misericordia es mi señal distintiva.»
Es
Jesucristo quien nos revela la misericordia de Dios, ya que ha tomado en Él un
corazón de hombre, una sensibilidad de hombre que: se ha emocionado, se ha
compadecido, ha sufrido…
La
misericordia es la verdadera, única, veraz y eficaz reacción que los hombres
tenemos para luchar contra el poder del mal, ya que la crueldad, el mal y la
violencia sólo desaparecen cuando pensamos, hablamos y obramos con
misericordia.
Jesucristo,
encarnación de Dios, con su vida nos demostró esta infinita misericordia, buscando
siempre nuestra salvación, ofreciéndonos la posibilidad de volver a
comenzar, de convertirnos, y, dándonos la oportunidad de reconocer nuestro
propio error.
Dios
es todo y sólo Amor. Y, por ser Amor es: apertura, acogida, diálogo. Y, en su
relación con nosotros, es siempre misericordia, compasión, gracia y
perdón.
Jesús
con su muerte, reunió a los Hijos de Dios dispersos
Desconocemos
cual era la intención de los que «acudieron a los fariseos y les contaron lo
que había hecho Jesús.»
Lo
que sí queda reflejado, en el texto evangélico, es la confusión de los sumos
sacerdotes y de los fariseos, pues, no está muy clara la relación entre el
“milagro de la resurrección de Lázaro” y su interpretación: «vendrán los
romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»
Lo
que sí parece que queda claro, es que Jesús les era molesto a los jefes
religiosos y políticos de los judíos, por lo que deciden que Jesús debe morir,
evitando con ello que «perezca la nación entera.»
Caifás
desconocía que es Jesús, y sólo Jesús quien, con su muerte, alcanza la
salvación a todos los hombres, no sólo a sus conciudadanos, sino a los
hombres de todos los tiempos.
También
ignoraban, los sumos sacerdotes y los fariseos, que el designio de Dios, desde
el principio de los tiempos, es de unidad. Así, como también ignoraban, que su
propuesta formaba parte del plan de Dios para salvar al pueblo judío y al resto
del mundo. Los hombres podemos creer que ahora estamos haciendo lo que
queremos. Pues estamos muy equivocados, porque Dios lo tiene todo bajo su
propio control, y, por nuestro camino recto, o por nuestro camino
tortuoso, cumplimos siempre su Voluntad.
Dios
quiere reunir a los todos sus hijos junto a Él, quiere hacer de nosotros un
solo pueblo, mejor dicho, quiere que todos seamos “su pueblo”, compuesto “por
todas las razas, todas las naciones, todas las lenguas”, quiere hacer de
nosotros “la nueva Jerusalén”, o, como nos define el Vaticano II: “el Cuerpo
Místico de Cristo.”
La
unión de la inmolación de Cristo y de su victoria, de su muerte y de la Vida
que nace de ella, expresa una ley profunda de la vida en Cristo: “la vida nace
de la muerte, “la cruz, y sólo la cruz, destruye en nosotros el orgullo”,
activando en todo nuestro ser las energías derivadas del vivir en Cristo, desde
Cristo, y, con Cristo en Dios.
Vivir
con Cristo, escondidos en Dios, es la condición de la renovación de nuestra
vida, del progreso en nuestro caminar hacia Él.
Monjas Dominicas
Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)
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