Agradecidos a Dios por la próxima visita de Su Santidad Francisco al
Perú, celebramos la Semana Nacional de la Familia. El Papa ha exhortado al
pueblo peruano a trabajar por la unidad, contribuyendo así a la construcción de
la Iglesia, mirando el futuro con la esperanza de alcanzar lo que el Señor ha
prometido[1]. Con este llamado Su Santidad nos exhorta a una conversión de vida
¿Cómo pueden las familias en el Perú responder al llamado del Santo Padre?
Cada familia cristiana es ámbito privilegiado para recorrer el camino de
la unidad y la esperanza. Sin la familia cristiana faltaría la unidad básica de
vida y de construcción de la “familia de Dios”, que es la Iglesia[2]. Es muy importante, pues, el testimonio y el compromiso público que
ella da en medio del mundo necesitado de amor, de significado, de esperanza y
alegría.
La familia, siendo una institución humana, no es creación humana sino un
don de Dios. El amor del hombre por la mujer, de la mujer por el hombre,
sellado en el sacramento del matrimonio es signo real y visible del amor de
Cristo por su Iglesia. El Apóstol san Pablo asegura que "el amor
edifica" (1Cor 8,1), y también dependerá del amor la construcción de la
unidad en la familia.
Los momentos de crisis social que vivimos, expresada en corrupción,
delincuencia y agresiones a la dignidad y la vida del prójimo, exige que las
familias cristianas testimonien con valentía y coherencia la unidad como fruto
del amor —don supremo del Espíritu Santo—, que se manifiesta en la
fidelidad, en el respeto de cada uno, en especial de los más vulnerables, en la
honestidad, en la búsqueda del bien común, antes que de los propios intereses
personales o particulares, y en el perdón y la reconciliación.
Cuando el esposo reza por la esposa y la esposa reza por el esposo, cuando
los padres rezan por los hijos y los hijos por los padres, el vínculo que une a
la familia llega a ser más fuerte que las tentaciones de división. Y entonces, al
final de un día de desencuentros, la reconciliación puede llegar con un pequeño
gesto, o con palabras sencillas como ‘perdón’, ‘permiso’, ‘gracias’[3]. Nunca hay que olvidar que “la familia que reza unida, permanece unida.
El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta
particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus
miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para
comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un
pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios[4].
Familia: toma conciencia de que tu esfuerzo por vivir la unidad, como
fruto de la oración y del Espíritu Santo, ayuda a la sociedad a abrirse al
Evangelio; y así contribuyes a la construcción de la Iglesia. En efecto, siendo
un humilde y vivo signo de la unidad de la Iglesia, las familias cristianas se
hacen Evangelio para el mundo al testimoniar que el amor y la reconciliación
son posibles hoy, y que Dios está presente en medio de nosotros. Y donde está
Dios se puede mirar el futuro con esperanza[5], de la que brota la alegría.
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