sábado, 2 de septiembre de 2017

Lectio Divina Dom XXII TO "A"


P. Víctor Livori (OMP)

Domingo XXII del Tiempo Ordinario                           3 de septiembre de 2017

MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a la Eucaristía del Domingo 22 del Tiempo Ordinario. La liturgia de hoy está muy llena de contenidos. Sin rodeos, Jesús de Nazaret nos da las reglas de su seguimiento. Nos pide que nos neguemos a nosotros mismos para poderle seguir.  Jesús nos pide entrega incondicional, aunque su yugo sea suave y su carga ligera, pero hay que entregarse, aunque como a Pedro no nos guste el sacrificio que anuncia Jesús. Iniciemos, pues, con alegría la eucaristía con la idea de que para muchos el también inicio del nuevo curso ha empezado o está a la vuelta de la esquina…

MONICIONES DE LA PRIMERA LECTURA
El profeta Jeremías, en la primera lectura, nos va a ofrecer una enseñanza dura, pero muy esperanzadora: cuando la Palabra de Dios está en nosotros firmemente asumida nada podrá alejarnos de ella, aunque a veces suponga para nosotros “oprobio” o “violencia”. Por encima de todo lo humano la proclamaremos. Esto es que lo que nos dice el Libro de Jeremías en su capítulo 20.

LECTURA DEL LIBRO DE JEREMÍAS 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar: “Violencia”, proclamando: “Destrucción”. La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día. Me dije: “No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre”; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla, y no podía.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL                                                                                                     SALMO 62
R.- MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MÍO.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.-

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.-

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R. -

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R.


MONICION DE LA SEGUNDA LECTURA
En la segunda lectura de hoy, San Pablo lo va a decir muy claro: si queremos seguir e imitar a Jesucristo muy difícilmente podremos hacerlo amoldándonos a los criterios de un mundo que con su comportamiento niega lo esencial de lo que ha enseñado Cristo y que es lo básico y fundamental para ser cristianos. Y si lo que nos dice Pablo tiene plena actualidad para nosotros en este siglo XXI, merecerá la pena recordar que su texto que oiremos hoy se lo decía a los fieles de Roma en el siglo primero.

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 12, 1-2
Hermanos:
Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Palabra de Dios.

ALELUYA Ef 1, 17-18
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama.

MONICION DEL EVANGELIO
Pedro, el domingo pasado, era elevado por Cristo como su vicario. Había hablado el primer Papa influido por el Espíritu del Padre para proclamarle Mesías. Pero Pedro, hoy, según nos sigue contando el evangelio de san Mateo, llevado de criterios humanos –y lógicos—se niega a que su amigo y maestro tenga que sufrir. Pero eso es contrario a los designios de Dios que Jesús tiene que cumplir y, por tanto, los presuntos buenos sentimientos de Pedro, son en realidad una tentación para Jesús. Y así se lo hace saber el Señor con una dureza extraordinaria.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 16- 21- 27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
-- ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
-- Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.
Entonces dijo Jesús a sus discípulos:
-- El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
Palabra del Señor

LA HOMILÍA
1.- SIN CRUZ NO HAY REDENCIÓN
Por Gabriel González del Estal
1.- El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Los maestros espirituales de todos los tiempos nos han dicho que la ascética es un paso necesario en el camino de perfección. Pensar que el espíritu humano puede llegar a su perfección espiritual sin poner freno a los desenfrenos del cuerpo, es una utopía inhumana. Nacemos imperfectos, con tendencias carnales contrarias a un buen desarrollo del espíritu y necesitamos domar el caballo negro de nuestras pasiones incontroladas, como ya nos decía el mismísimo Platón, para que el carro de nuestra vida corra por el buen camino y no se desboque, ni se desvíe del camino recto. Jesús se lo dice así, de una forma clara y tajante, al bueno y optimista Pedro que quería ver a Cristo ya en la cima de la gloria, sin haber pasado antes por el monte de la crucifixión. Pero es que Dios no ha excluido a ningún ser humano, ni siquiera a su propio Hijo, de subir al monte calvario, antes de subir al monte de la resurrección. Esto lo hemos estado viendo estos días pasados, en un orden puramente humano, en los ciclistas corredores del tour de Francia y de la vuelta a España. Han tenido que sufrir mucho y subir sacrificadamente muchos puertos, antes de llegar a la meta final. La vida no siempre es un valle de lágrimas, pero siempre es un campo de batalla. Eso fue para Cristo, que quiso cargar amorosa y pesadamente con su cruz, y eso es necesariamente para cada uno de nosotros, porque nacemos inclinados al pecado y necesitamos esforzarnos cada día, cargar con nuestras cruces, si queremos llegar a la perfección a la que hemos sido llamados.
2.- Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí… pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía. El profeta Jeremías fue durante toda su vida de profeta un buen ejemplo de persona que supo cargar con las múltiples cruces que sus enemigos pusieron en su camino de predicación de la palabra de Dios. Muchas veces estaba a punto de abandonar, sus tendencias egoístas así se lo pedían, pero  su auténtica vocación de profeta de Yahvé logró siempre imponerse a sus  tendencias egoístas y  cargó con su cruz hasta el momento final. Un buen ejemplo para nosotros, los cristianos de este siglo XXI, cuando nos parece que la sociedad actual nos mira con cierto desprecio y, más de una vez, se burlan y se ríen de nosotros.
3.- No os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Vivimos en este mundo, pero no debemos permitir que todas las reglas y costumbres de este nuestro mundo sean las reglas y las costumbres de nuestra vida cristiana. No todo lo que nos dice y nos aconseja <el mundo> es voluntad de Dios. Tenemos que saber discernir, en cada caso, lo que es bueno, agradable, perfecto, ante Dios.

2.- ASUMIR LA PROPIA CRUZ
Por José María Martín OSA
1.- Negarse a sí mismo y cargar con la cruz. Hoy Jesús anuncia a los discípulos que tenía que subir a Jerusalén y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho hasta matarlo. Pero al tercer día resucitaría. Pedro, que poco antes había confesado su fe en Jesús como Hijo de Dios vivo, se niega a aceptar la posibilidad de la muerte violenta de Jesús. Pero Jesús le dice que es Satanás porque quiere tentarle al pensar como los hombres y no como Dios. Pedro ve las cosas desde el punto de vista mundano. Esperaba un tipo de Mesías como rey poderoso capaz de devolver la independencia a Israel. Es un mesianismo político que contradice el sentido de lo que Jesús vino a enseñarnos. El que quiera ser discípulo de Jesús debe negarse a sí mismo y cargar con la cruz. El poder de Jesús se muestra en el sufrimiento, en el perdón del enemigo, en la misericordia con todos, incluso con los amigos que le traicionan.
2. – La tentación de abandonar. El que es consecuente con su fe tiene que asumir la posibilidad de ser incomprendido, ridiculizado y hasta perseguido. Es la experiencia sufrida por Jeremías, que se dejó seducir por Dios. El texto emplea el verbo hebreo "patáh", que refleja el sentimiento de una joven que ha sido seducida y burlada. Jeremías se encuentra solo y abandonado, es objeto de la burla y el ataque de sus enemigos. Le ha tocado anunciar desgracias si no se arrepentían de su mal obrar. No le han hecho caso y le han perseguido. Surge entonces la tentación de abandonar: "No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre". Pero no puede callar, pues la Palabra de Dios habita en él como un fuego devorador que no puede resistirse a anunciar. Por eso sigue adelante con su misión, consciente de la llamada que ha recibido. Jesús también pudo sentir el abandono de todos en la cruz, se preguntaba el porqué de su sufrimiento, peo se puso en las manos del Padre para hacer su voluntad. San Agustín, cuya fiesta celebramos hace tres días, ensalza el ejemplo de los mártires y de los primeros cristianos perseguidos que fueron simiente fecunda de nuevos cristianos, pues "¡cuán grande es la esperanza de la mies a la que precede el sembrador!". ¿Somos nosotros consecuentes con nuestra fe a pesar de las incomprensiones, de las burlas y las persecuciones de nuestro tiempo?
3. - La cruz de Cristo nos libera. La cruz era en tiempos de los romanos un instrumento de tortura ignominioso reservado a los más terribles criminales. Jesús fue sometido a la muerte de cruz. Y lo hizo por amor, como el joven de la historia del principio, que estaba dispuesto a dar la vida por su hermano. Desde entonces la cruz ha perdido su sentido negativo y se ha convertido en signo del cristiano. No es símbolo de muerte o de fracaso, sino que tiene un sentido redentor y salvador. Asumir la propia condición y aceptarla es una demostración de que seguimos a Jesús. Cada cual tenemos nuestra propia cruz, llevarla con entereza y ayudar a los demás a llevar la suya es un signo de amor y de entrega. No se trata de resignarse pasivamente o de conformarse porque no queda más remedio. Ni el cristianismo no es una religión dolorista, ni el cristiano es un conformista apocado que se conforma con cualquier cosa, sino alguien que lucha contra la injusticia y el dolor absurdo provocado por el egoísmo del hombre. El que pierde su vida por Jesucristo la salva. La cruz nos ayuda a superar las dificultades y asumir el dolor propio y ajeno. Conocí a un santo sacerdote que llevaba siempre una cruz en su bolsillo y la apretaba fuertemente con su mano cuando precisaba la ayuda del Señor en el momento de la prueba. La cruz de Cristo nos libera de todas nuestras esclavitudes y nos llena de vida. Por eso muchas personas, sobre todo los jóvenes, la llevan sobre su pecho.

3.- LOS PLANES MISTERIOSOS DE DIOS
Por Antonio García-Moreno
1.- SEDUCCIÓN.- Estamos ante una de las páginas más humanas de los libros divinos. Página personalísima, un apunte privado del profeta, que, no sabemos cómo, vio la luz pública. Jeremías se queja amargamente ante Dios. Sus palabras suenan a una especie de acusación: "Me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que gritar...".
El profeta se resistió cuando Dios le llamó; adujo, entre otras razones, que era aún demasiado joven, que no sabía hablar en público, que le temblaban las piernas al pensar tan sólo que había de hacer frente a los poderosos de Israel. Y Dios le convence, le seduce con la promesa de estar siempre cerca de él: le vence con la amenaza de que si tiembla ante los hombres, él le hará temblar todavía más... Jeremías accede, dice que sí. Y cuando llega el momento proclama el mensaje del Señor. Aunque ese anuncio esté cargado de maldiciones, de serias amenazas llenas de violencia y destrucción. Aunque se le haga un nudo en la garganta y se le seque la lengua.
Me dije: "No me acordaré de él, no hablaré en su nombre; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla y no podía..." Palabra de Dios arraigada en su corazón, hirviendo hasta verterse al exterior. Palabra incontenible que quema las entrañas del profeta, brotando impetuosa y arrolladora, sin respeto humano alguno, sin miedo a nadie ni a nada.
Señor, hoy también necesitamos profetas a lo Jeremías. Hombres que estén dispuestos a hablar con fortaleza y claridad, gritando tu mensaje de salvación a todo el mundo. Hombres que hablen sin miedo, sin temblar, con la voz firme y el tono seguro... Hay muchos que claudican, que se dejan llevar por la corriente de moda, por la sutil ocurrencia del teólogo del momento. Quieren paliar las exigencias de tu palabra, quieren dulcificar las aristas de la cruz, quieren desfigurar tu intención, cambiar los fines sobrenaturales de la Iglesia por otros temporales y terrenos. Seduce de nuevo, amenaza otra vez, fortalece a tus profetas. Suscita hombres fuertes y valientes que estén dispuestos, por encima de todo, a descuajar y a plantar, a edificar y a destruir.
2.- PERDER LA VIDA POR CRISTO ES GANARLA.- En tres ocasiones predice Jesús con claridad su pasión y su muerte. Sus discípulos nunca entendieron concretamente lo que les decía. En sus mentes no podía entrar que el Mesías, el rey de Israel tan deseado, hubiera de padecer y ser rechazado por las autoridades del pueblo elegido. Por eso Pedro no puede contenerse y salta, decidido a disuadir al Maestro de llegar a semejante final, aunque hablara también de la resurrección. Considera descabellado pensar en un triunfo después de la muerte. Por eso lo mejor es que no muera de aquella forma que predecía.
En el fondo lo que intentaba San Pedro es que el triunfo definitivo llegara por unos cauces más normales y más seguros y no pasando por aquel trance terrible que Jesús anunciaba. Pero la reacción del Maestro es clara y decidida. Pedro no se esperaba aquellas palabras dirigidas a él, y para colmo delante de todos los demás. Nunca el Maestro había llamado a nadie Satanás. Y en ese momento llama así a Pedro, que lo único que intenta es que el Maestro no pase por aquel mal trago... La respuesta de Jesucristo muestra cuánto deseaba Él cumplir con lo dispuesto por el Padre, beber el amargo cáliz de su pasión. Por eso rechaza con energía e indignación la propuesta de san Pedro, increpándole de aquella forma tan sorprendente y tan inhabitual en el Maestro.
Para llegar a la Redención sólo hay un camino, el señalado por Dios Padre. Este es así y no hay vuelta de hoja. Planes misteriosos de Dios que, en cierto modo, se repiten de una u otra forma, en cada uno de nosotros. Por ello, sólo si aceptamos la voluntad divina, sellada a menudo con la cruz, podremos alcanzar la vida eterna.
Jesús aprovecha la ocasión para hacer comprender a los suyos que los valores supremos no son los de la carne, ni los del dinero. De qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si al final pierde su alma. Es preciso abrir los ojos, encender la fe, mirar las cosas con nuevas perspectivas. Así, aunque de momento pueda parecer que perdemos algo, incluso la vida misma, en definitiva saldremos ganando mucho más.

4.- ¿LA FE? NO ES MERENGUE DULCE
Por Javier Leoz
Aquel Pedro que fue inspirado por el mismo Jesús para su profesión de fe “Tú eres el hijo de Dios” hoy es puesto sobre las cuerdas: tú no piensas como Dios, piensas como los hombres.
1.- La fe es gracia y es regalo. Es un privilegio que Dios nos concede. Desde esa luz, que es la fe, podemos alumbrar todo lo que acontece en torno a nosotros e, incluso, nuestras mismas personas.
Como a Pedro, al mundo de hoy, no le seduce demasiado el sufrimiento. Preferimos una fe de merengue ya fácil a una fe probada; una fe de gloria a una fe de calvario; una fe de sentimientos a una fe de conversión, una fe con camino llano más que aquella otra expresada en camino angosto o empedrado duro.
Pensar como Dios, exige optar por lo que el mundo nos oculta. Pensar como los hombres, puede llevarnos a perdernos en unos túneles sin salida, a caer en unos pozos sin fondo.
El camino que Jesús nos propone, no es el de los atajos que el discurso materialista nos vende machaconamente. No es aquel del escaparate del triunfo, sino aquel otro que se fragua en el escenario del servicio. No es el de la apariencia, sino el trabajar sin desmayo allá donde nadie oposita.
2. Para que brille el sol es necesario que el cielo esté limpio de nubes. Jesús, en el evangelio de este domingo veraniego, nos advierte que para que destelle Dios con toda su magnitud en nosotros, no hemos de ser obstáculo. El sufrimiento y la cruz, o dicho de otra manera, las contrariedades, oposición, zancadillas, sinsabores, incomprensiones, etc., lejos de rehusarlas hemos de aprender a valorarlas y encajarlas desde ese apostar por Jesús de Nazaret en un contexto social donde, a veces, se oyen más las voces de los enemigos de Dios que la labor transformadora de aquellos que creemos en El.
¿A quién le apetece un camino con espinas? Jesús nos lo adelanta. Y los primeros testigos del evangelio (apóstoles y mártires) lo vivieron en propia carne: ser de Cristo implica estar abierto a lo que pueda venir. Incluso dar la vida por El.
Frente al único pensamiento que algunos pretenden imponernos (que puede distar mucho del pensamiento que Dios tiene sobre el mundo) no cabe sino ser fuertes y abrazar la cruz cuando sea necesario.
3.- El Papa Francisco, en sus alocuciones frecuentes en Roma, nos insiste en esa dirección: “el problema no está en los que “viven ilícitamente” su pertenencia a la Iglesia. El problema mayor es que, una gran mayoría de cristianos, viven su cristianismo con las mismas características de los no bautizados, de los que no creen en Dios”.
4.- COGERÉ TU CRUZ, SEÑOR
Pues su madera, bien lo sé,  Jesús
es escalera que conduce a la  Resurrección.
Cogeré tu cruz, Señor,
pues su altura, es altura de  miras
para los que creen en otro  mundo
para los que esperan en Dios
para los que, cansándose o  desangrándose,
saben compartir y repartir  en los demás.

¡Cogeré  tu cruz, Señor!
pues sus clavos, pasan la  carne
pero no matan la fe.
Es la fe, quien a la cruz,
le da otro brillo y hasta  otro color:
ni es tan cruel ni es  definitiva.
Después de la cruz, vendrá  la vida.

¡Dame  tu cruz, Señor!
Merece la pena arriesgarse  por Ti
Merece la pena sembrar en tu  campo
Merece le pena sufrir  contratiempos
Merece la pena adentrarse en  tus caminos
sabiendo que, Tú, los  recorriste primero.

¡Cogeré  tu cruz, Señor!
Enséñame dónde y cómo
Indícame hacia dónde
Háblame cuando, por su peso,
caiga en el duro asfalto.
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque bien lo sé,
hace tiempo que lo aprendí
que ideales como los tuyos
tienen y se pagan por un  alto precio

Quiero  coger tu cruz, Señor,
porque es preferible
en el horizonte de los montes
ver tu cruz
que el vacío del hombre  errante
Amén

6.- LAS COSAS DE DIOS
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Con una excelente sincronización de contenidos las lecturas de este 22 Domingo del Tiempo Ordinario reflejan de manera magistral un problema ahora más frecuente que nunca entre el Pueblo de Dios. Y es que tenemos que dejar a Dios que sea Dios y que las cosas de Dios no sean, obligatoriamente, “cosas de los hombres”. En estos tiempos, queremos que Dios sea de derechas, de izquierdas, justiciero, enemigo de nuestros enemigos y que sus designios coincidan con los nuestros si un ápice de desviación.
2.- Desde luego, Dios hará lo que tenga que hacer sin que nuestras posiciones le coarten, como no podía ser de otra forma. Esperará nuestras oraciones y súplicas pero, luego, al fin, con su infinita sacudiría actuará en consecuencia. El problema, claro está, no es de Él, es nuestro. Y llega a ser muy grave cuando intentamos domesticar o suplantar a Dios, en función de nuestras actividades humanas. Y así querremos que haya un Dios español, o francés, o nacionalista, o comunista o, incluso, ilusoriamente cercano a situaciones de pecado que él jamás podrá aceptar.
Por tanto, el principal mensaje de las lecturas de hoy se centra en esos dos prismas que aparecen claramente explicados. De un lado, la realidad divina no siempre fácilmente comprensible. De otro, la lógica “pequeña” de Jeremías y de Pedro.
3.- Y como siempre, en términos humanos, pero muy cercanos a Dios se explica Pablo de Tarso en su carta a los fieles de Roma. Les pide –nos pide a nosotros con enorme sentido de la actualidad— que no se ajusten a las cosas de este mundo, sino que se busque, mediante el ejercicio sereno del discernimiento, la voluntad de Dios. Y cuando, airado, Jesús responde a Pedro con dureza, llamándole Satanás, está mostrando el criterio de Dios. Jesús habla como Dios. Pablo aproxima en lenguaje humano la realidad de Dios. Conviene, tal vez, hacer hoy hincapié en el Evangelio de Mateo de la semana pasada, cuando Jesús confiere a Pedro la dignidad máxima posible: ser su sucesor y vicario en la tierra. Pero cuando Pedro vuelve a ser Kefas y se opone a los designios de Dios en la carrera de obediencia salvadora de Jesús, el Señor lo aparta abruptamente de Él, como todos tenemos que hacer con las tentaciones, no ceder ni durante un instante. Y aquí, como decíamos antes, el problema es de Pedro, no de Jesús. El apóstol no ha sabido discernir el camino de Dios que revela Jesús de Nazaret.
4.- Y ese es un problema, o una carencia, muy importante para todos. Hemos de dejar a Dios que actué y, asimismo, hemos de aceptar y reconocer por donde pasan los caminos del Señor, respondiendo rápido y airadamente contra nuestra tentación permanente: querer manipular a Dios y “hacerle de los nuestros”. Y como toda tentación, y su consiguiente caída en forma de pecado, eso solo es un engaño. Dios es Dios. Y nosotros somos nosotros. Solamente su enorme amor y la aceptación de ese amor por parte nuestra, podrá hacer converger nuestra idea con la suya. Meditemos durante esta semana sobre la necesidad que no ser barrera, ni obstáculo a la acción de Dios. ¡Qué así sea!

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

APASIONADOS
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Apasionado el profeta y apasionado el Maestro, lo comprobaréis, mis queridos jóvenes lectores. Por Jeremías siento enorme simpatía. Era célibe como yo y mucho más sensible y apasionado que lo pueda ser yo nunca. Me meto ya en el texto que nos ofrece la liturgia de la misa de este domingo.
2.- Daos cuenta que nosotros siempre deseamos poseer. Poseer riquezas o cautivar corazones. La fortuna interesa, generalmente, más a los hombres. La sicología femenina tal vez esté más inclinada a lo segundo. Y que nadie me tilde de machista, que es muy legítima y simpática, esta tendencia. Y que tampoco se tome nadie a rajatabla mi opinión.
3.- Con frecuencia se siente el deseo de poseer a Dios, así se pretende ingenuamente. Es intención antigua e inalcanzable. Los amuletos son buena prueba de ello. Conservar en la intimidad del domicilio o entre la ropa escondida, alguna estatuilla de dioses lares, o espíritus de pretendida protección, es costumbre ancestral. Pero el sentido de esta actitud trascendente debe ser inverso. Es preciso dejarse poseer por Dios y no al contrario. ¿Qué pasa entonces?.
3.- Yo no sé si algunos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, estáis enamorados. Ni lo sé, ni, en todo caso, sé de qué manera, ni de cómo se inició vuestro amor. Imaginemos que hubo lo que vulgarmente se llama flechazo. Sin determinar quien lanzó el dardo. Quien tuvo la primea iniciativa.¿Qué pasó entonces? Vuelvo a preguntar. Dios se enamoró de él, dice Jeremías. El profeta se dejó amar. A nadie amarga un dulce, nos confiaría irónico, para esconder su actitud interior.
4.- Pues, no, no nos dice eso. No se avergüenza de confesar su experiencia. Se dejó seducir. El Amor de Dios se hizo violento y se sintió felizmente derrotado. ¿No os ha ocurrido a vosotros que en un encuentro, alguien dice de alguno de los compañeros, que está enamorado y de inmediato el aludido se vuelve colorado y los demás se ríen todos de él? Mucho más grave, nos confiesa el profeta, es lo que a él le ha pasado.
5.- Ciertos enamoramientos incomodan a la familia o a las amistades. El que lo está, puede sufrir marginación, tal vez insultos, o hasta agresiones. En su interior se pregunta si no será mejor abandonar, olvidar. Por más que piense que sería decisión cómoda, le es imposible tomarla. Y el amor entonces se torna dolor insoportable. Pero se siente atrapado y es incapaz de librarse de aquella pasión. No obstante, lo reconoce con sinceridad, no ha dejado de ser feliz, que es otra cosa. El texto es del profeta Jeremías, todos los místicos lo suscribirían sin dudar. No añado más que el deseo de que lo meditéis y lo completéis con la continuación del texto, que la liturgia de hoy no prolonga. (Je 20, 7 ss).
6.- Cambio de tercio. El corazón tiene razones que la razón no entiende, reza la sentencia de Blaise Pascal. El Señor, cerebralmente, les habla a sus discípulos, del futuro que le espera en Jerusalén, hacia donde se dirigen. Pedro, apasionado, indignado, se lo lleva aparte y le da buenos consejos, fruto del amor que por Él siente. Sorprende la brusquedad con que Jesús le interrumpe. Llega a insultarle. Y continúa impávido su discurso, acentuando aún más su sentido paradójico. Perder, pretender, desear, ambicionar, son actitudes que en el sentido que les da Cristo, chocan con el parecer de la buena gente, de aquel entonces y de hoy. Apela, como última razón a la Eternidad.
Y os digo yo ahora y en su nombre, a vosotros, mis queridos jóvenes lectores ¿de qué os servirán los títulos, los idiomas, los sueldos, los éxitos, las propiedades y el dinero, si nada de esto es capaz de atravesar la barrera de la muerte?

Lectura de Postcomunión

MONICIÓN
La exigencia de Jesús es fuerte. La oración del Padre Leoz nos va a ayudar e entender mejor lo que el Maestro nos propone. Escuchemos con atención.

¡DAME TU CRUZ, SEÑOR!
¡Dame tu cruz, Señor!
Merece la pena arriesgarse por Ti
Merece la pena sembrar en tu campo
Merece le pena sufrir contratiempos
Merece la pena adentrarse en tus caminos
sabiendo que, Tú, los recorriste primero.

¡Cogeré tu cruz, Señor!
Enséñame dónde y cómo
Indícame hacia dónde
Háblame cuando, por su peso,
caiga en el duro asfalto.
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque bien lo sé,
hace tiempo que lo aprendí
que ideales como los tuyos
tienen y se pagan por un alto precio

Quiero coger tu cruz, Señor,
porque es preferible
en el horizonte de los montes
ver tu cruz
que el vacío del hombre errante
Amén

Exhortación de Despedida

Marchemos a casa con el convencimiento de que con la ayuda del Señor Jesús todo será posible. Él nos acompaña por el camino y se hace más fácil y llevadero

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