Lectura
del santo evangelio según san Lucas 9,43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que
hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del
hombre lo van a entregar en manos de los hombres.»
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Reflexión
del Evangelio de hoy
Jerusalén
será ciudad abierta
Escuchamos hoy un texto
cargado de simbología. Unos versículos elegidos del capítulo 2 del profeta
Zacarías que causan una cierta extrañeza, porque a primera vista resulta
complicado establecer la relación entre sus elementos: un hombre con un cordel
de medir, que preguntado sobre la tarea que va a realizar responde, nada más y
nada menos, que va a comprobar la longitud y la anchura de Jerusalén. ¿Qué
puede haber detrás de esta misión imposible? La experiencia de un pueblo que,
volviendo del exilio, desea “recobrar” su ciudad por excelencia, aquella en la
que el Señor habitaba, pero que aún se encuentra en ruinas y sin templo. La nostalgia
de una Jerusalén “fuerte” que les ayude a reconstruirse, también, como pueblo
de Dios.
A partir de ahí una
palabra que llega de parte del Señor cambia totalmente la perspectiva. No se
trata de hacer una ciudad fuerte, segura, rodeada de murallas y baluartes. El
futuro de Jerusalén no está en la cerrazón que nos permite sentirnos seguros
por las defensas externas. Su futuro es algo mucho más atrayente, aunque
parezca complicado: una ciudad abierta a la que acudirán muchos pueblos que
serán también pueblo del Señor. Él va a ser muralla que la rodee y presencia
que habitará en medio de todos.
Una invitación a la
universalidad, a la apertura, a la aceptación de los otros diferentes… que
según la Palabra que hoy escuchamos ha de ser motivo de alegría, de fiesta,
porque ahí es donde el Señor habita en medio de nosotros.
Pedimos al Señor que nos
conceda la gracia de hacer de nuestros pequeños entornos “ciudades abiertas”. Y
podemos tener presente en nuestra oración a la Jerusalén terrestre, que aún
está muy lejos de hacer realidad el anuncio del profeta.
No
entendían el lenguaje y les daba miedo preguntar
La palabra y los gestos de
Jesús habían levantado una ola de admiración creciente hacia él en medio del
pueblo sencillo. Los discípulos participaban de cerca del entusiasmo que
despertaba. Y era inevitable que se hicieran ilusiones respecto al futuro de
Jesús, y como consecuencia de ello a su propio futuro.
Sin embargo, los textos
evangélicos van insertando “cuñas” muy frecuentes en las que queda de
manifiesto que su persona resultaba preocupante y peligrosa para los que ostentaban
la autoridad. Tanto que, desde los primeros compases de su actividad se hace
presente la decisión de “deshacerse de él”. Jesús es muy consciente de ello. Y
también de que la amenaza externa no va a cambiar su fidelidad al proyecto del
Padre, su decisión inquebrantable de mostrarnos el significado del Reino de
Dios. Y con el paso del tiempo, su firmeza conduce al enfrentamiento que
termina con la entrega de la vida.
Por eso, y precisamente en
medio de esa admiración que despertaba, Jesús insiste con sus discípulos
tratando de que entiendan lo que ha de acontecer, que no es precisamente el
éxito que esperan, sino el fracaso más insospechado. Pero sus discípulos
(aquellos de entonces y ¿quizá los de ahora?) no estaban en condiciones de
poder asimilar que el sufrimiento y la muerte injustos pudieran formar parte de
la trayectoria de Jesús. Y el discípulo no es más que su maestro…
Vislumbrarlo nos produce
miedo, también a nosotros, que nos “apuntamos” sin esfuerzo a la tendencia
dominante en nuestra sociedad (no tanto en otras) de que el objetivo de la vida
es el bienestar. Cuando miramos a Jesús, tal vez pudiéramos decir que el
bienestar es el resultado de un proceso de libertad en el cual uno va poniendo
en juego la propia vida, como lo hizo Él, con riesgo de perderla.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo
Congregación Romana de Santo Domingo
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-9-2017/
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