Día litúrgico: Martes III de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo,
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece?
Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a
trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y
fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y
no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen.
Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes
que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de
justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras
creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer
en él».
Comentario: Rev. D. Llucià POU i Sabater (Granada,
España).
«‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue»
Hoy contemplamos al padre que tiene dos hijos y dice al
primero: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,28). Éste respondió:
«‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue» (Mt 21,29). Al segundo le dijo
lo mismo. Él le respondió: «Voy, señor»; pero no fue... (cf. Mt 21,30). Lo
importante no es decir “sí”, sino “obrar”. Hay un adagio que afirma que «obras
son amores y no buenas razones».
En otro momento, Jesús dará la doctrina que enseña esta
parábola: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los
Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Como
escribió san Agustín, «existen dos voluntades. Tu voluntad debe ser corregida
para identificarse con la voluntad de Dios; y no la de Dios torcida para
acomodarse a la tuya». En lengua catalana decimos que un niño “creu” (“cree”),
cuando obedece: ¡cree!, es decir, identificamos la obediencia con la fe, con la
confianza en lo que nos dicen.
Obediencia viene de “ob-audire”: escuchar con gran
atención. Se manifiesta en la oración, en no hacernos “sordos” a la voz del
Amor. «Los hombres tendemos a “defendernos”, a apegarnos a nuestro egoísmo.
Dios exige que, al obedecer, pongamos en ejercicio la fe. A veces el Señor
sugiere su querer como en voz baja, allá en el fondo de la conciencia: y es
necesario estar atentos, para distinguir esa voz y serle fieles» (San Josemaría Escrivá). Cumplir la
voluntad de Dios es ser santo; obedecer no es ser simplemente una marioneta en
manos de otro, sino interiorizar lo que hay que cumplir: y, así, hacerlo porque
“me da la gana”.
Nuestra Madre la Virgen, maestra en la “obediencia de la
fe”, nos enseñará el modo de aprender a obedecer la voluntad del Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario